En verdad que atreverme a “conversar” sobre el pensamiento, el lenguaje y la conciencia, ha sido una acción temeraria en razón de la complejidad de los temas y de los numerosos puntos de vista que existen.
En una definición simple, la conciencia es: Darnos cuenta de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, palabra derivada del latín “con conocimiento”. Sería el conocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Mis familiares, mis profesores y amigos fraternos siempre me han calificado de “inteligentico”, pero para poder hacer un exhaustivo resumé del tema de “la conciencia” se necesita ser brillante y no lo soy, pero lo prometido es deuda.
Por la complejidad del tema resulta muy difícil resumir –la conciencia- en este espacio limitado, la cuestión de la “conciencia” ha sido objeto de innúmeras y densas publicaciones. Para ello bastan dos ejemplos: la obra “El despertar de la consciencia”, de Derek Denton, filósofo australiano, tiene 367 páginas y una de las obras del gran psicólogo de la educación sociocultural, el ruso Levy Vygosty; su libro “Pensamiento y lenguaje” tiene más de 500 páginas, obra que muy gentilmente me ha obsequiado el Dr. Carlos De los Ángeles, prominente psiquiatra dominicano quien dirige una red cibernética muy activa, también con temas de neurociencias, angeles.carlos6@gmail.com.
Si reunimos un científico, un médico intensivista, un filósofo, una dama enamorada, un religioso militante y un ateo, junto a un neurocientista, todos tendremos puntos de vista diferentes de lo que es la conciencia. Es de esas vivencias en la vida que como el amor, usted habla de ellas, las puede experimentar, pero al momento de una definición, el asunto se complejiza de forma tal que resulta muy difícil enmarcarla en una simple definición. La definición de “conciencia” ha planteado disputas interminables. Se pudiera hablar de: “Una corriente de pensamiento, el tener consciencia de la vida subjetiva”. Soy de los que se niega a admitir la ignorancia infinita, a aceptar sumiso aquello de: “ignoramus ingnorabimus” (no lo sabemos y no lo sabremos) Cada día conocemos mejor el cerebro, su fisiología, su química, su genética. Son ejemplos espectaculares los progresos de la imagenología cerebral (TAC, PET, Tractografía, RMN, etc.)
Para el psiquiatra norteamericano Robert Berezin, de la Universidad de Harvard, la conciencia humana es el producto de nuestra adaptación evolutiva, para asegurar una sobrevivencia próspera y la propagación de la especie. Sustenta, igual que Denton, que la conciencia humana se basa y es consecuencia de los sentimientos. Somos seres sociales, y a su modo de ver la conciencia parece surgir de la corteza límbica, donde los primeros tres años de vida son fundamentales, aún no haya un lenguaje estructurado y que luego ante la aparición del lenguaje se logra una mayor complejidad de la conciencia representativa. Para John Searle, filósofo de la Universidad de California, la conciencia es un fenómeno biológico, que forma parte de una función biológica ordinaria, como la digestión y el crecimiento. Sin embargo posee rasgos que otros procesos no tienen. El más importante es la subjetividad: el sentido de que la conciencia de cada persona es intrínseca y particular, pues es consecuencia de nuestras experiencias. Los procesos cerebrales crean los juicios conscientes, pero esa conciencia generada por las neuronas, no es una “sustancia” o una entidad extra cerebral, es simplemente un estado personal y momentáneo de nuestro cerebro. Así que debemos aceptar que el tema es contradictorio y muy complejo, que dependerá del punto de vista que tenga cada quien, entonces variará de manera individual. La discusión semántica sería por tanto ¡interminable!