La niña que soñó ser la nueva Jane Goodall y de mayor trató a Copito de Nieve

La niña que soñó ser la nueva Jane Goodall y de mayor trató a Copito de Nieve

(EFE).- Siempre supo que quería dedicarse a los animales y, desde jovencita, soñaba con ser “la nueva Jane Goodall”, la famosa naturalista y primatóloga inglesa.

Años después, la española Montse Colell, ya como reputada etóloga, pudo trabajar con el archiconocido chimpancé “Copito de Nieve».

Esta hoy profesora titular del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona participó en 1979 en “Aventura en el Amazonas”, la primera de las 30 ediciones que, este 2015, cumple el programa creado por el periodista español Miguel de la Quadra-Salcedo, conocido como Ruta BBVA -otrora Ruta Quetzal y Aventura ’92-.

“Me cambió muchísimo este viaje”, confiesa en entrevista telefónica con Efe Montse Colell (Barcelona, 1960), quien reconoce que, además de emocionarse con “el contacto con la naturaleza”, aquella expedición le hizo crecer “a nivel personal».

La etóloga recuerda que en aquella “Aventura”, que recorrió Bolivia, Perú y Brasil, De la Quadra-Salcedo “enseguida captó” que a ella le encantaba la fauna. “Animal que encontrábamos, un monito, un loro, me lo traía y decía- ‘mira, Montse’”, rememora entre risas sobre la primera de las dos figuras que más influyeron en su posterior carrera.

La otra fue el etólogo Jordi Sabater Pi, famoso en España, entre otras muchas de sus investigaciones, por ser el descubridor del gorila albino “Copito de Nieve” en 1966 en Guinea Ecuatorial, donde unos indígenas lo llevaron en muy mal estado de salud al centro donde él trabajaba.

“Le habían ofrecido muchísimo dinero en otros zoos, pero él se empeñó en que fuera a Barcelona”, en cuyo zoológico vivió hasta 2003, cuando murió de un cáncer de piel, explica Colell, quien afirma, no sin cierto fastidio, que Sabater era “más reconocido fuera” que en España, donde se le asociaba más a “Copito».

Ella conoció a Sabater en una conferencia a la que asistió tras su aventura amazónica y cuando le explicó que quería ser etóloga y que se había matriculado en la carrera de Biología, él le espetó- “Pero, ¿por qué? Tienes que hacer Psicología. Para entender la conducta es lo mejor, allí podrás aprender más».

Y así lo hizo, y no solo cumplió su sueño profesional, sino que se convirtió en estrecha colaboradora de aquella eminencia durante 23 años, hasta su muerte, en 2009.

“Era una persona increíble, con gran entusiasmo. En esto, fíjate, aunque ambos eran totalmente opuestos, los dos tenían -Miguel aún lo tiene- el entusiasmo en lo que les gusta y lo que creen”, explica sobre el relativo parecido entre su “padre” profesional y el artífice de su primer viaje a la naturaleza salvaje.

Veinticuatro días de travesía por lugares tan mágicos como Tiahuanaco, Machu Picchu o el lago Titicaca que se completaron con la navegación por el río Amazonas entre Iquitos (Perú) y Manaos (Brasil), acompañados por expertos conferenciantes sobre diversos temas. Todo era tan “intenso” que “la sensación era que en cada momento pasaba algo”, asevera.

“Nos llamaban el grupo universitario o algo así. Íbamos a aprender, no teníamos la visión de un turista normal”, apunta la etóloga, que reconoce que aquel viaje le abrió los ojos “a un mundo diferente” y eso le hizo considerar “lo necesario que era” un proyecto así.

Con el paso del tiempo, desarrolló una combinación similar de docencia y viaje junto a unos exalumnos suyos, quienes desde hace cinco años organizan en Tanzania safaris etológicos y con quienes colabora divulgando el comportamiento de los animales en su entorno.

“Cuando realmente puedes enseñar a las personas y que lo vean, que no sea un documental o lo lean, su conocimiento también varía, su perspectiva del mundo o de ti mismo; te ves como un continuo en la naturaleza. Aquel viaje (al Amazonas) me abrió muchas perspectivas”, destaca.

Una anécdota de la que no está muy orgullosa y que ahora cuenta porque está “totalmente en contra del tráfico de animales” es que de aquella aventura regresó a España con un loro y una cría de titi pigmeo. “Me parece fatal. No tendría que estar permitido, pero en aquella época teníamos mucho desconocimiento sobre el tema”, justifica.

Respecto al tiempo compartido con “Copito de Nieve”, que murió con casi 40 años, solo comenta que “era uno más” y que “no tenía un comportamiento especial por ser albino”, salvo por las molestias que la luz le provocaba por la falta de pigmento en los ojos.

“Fue un buen macho reproductor; quizá no era muy sociable con las hembras, algo que suele pasar con los machos adultos, pero en cambio tuvo una vejez increíble”, explica Colell, quien relata una tierna anécdota de sus años finales, en los que ejerció de verdadero “abuelo” con unas crías, que, tras un tiempo en la “guardería” del zoo, solo compartían juegos con él.

Montse Colell dice que repetiría aquel viaje amazónico y que, pese a todos sus trabajos de campo posteriores en África, “Aventura» es todavía hoy un “hecho determinante” en su vida. Tanto que le permitió emular a aquella Jane Goodall que siempre soñó ser.

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