POR GRACIELA AZCÁRATE
Durante sesenta años, en nombre del judaísmo y para salvar del genocidio europeo a los judíos, el estado de Israel viene perpetrando atrocidades sin límites en la población palestina. El horror que vive el pueblo palestino desde 1948, la ocupación en nombre de supuestos designios bíblicos, tiene sometida esa franja de Medio Oriente a la brutalidad demente del estado de Israel.
Así define Kathleen Cristison, ex analista política de la CIA que ha trabajado en relación a los problemas del Oriente Próximo, durante treinta años, la ultima escalada terrorista de los israelíes en la franja de Gaza.
Si escándalo internacional es la tragedia del pueblo palestino, sometida a la indiferencia y pasividad de la comunidad y las autoridades internacionales, mayor drama es el de la violencia contra la infancia.
Película de horror que con premeditación y alevosía se ensaña con los miembros de la sociedad con menos capacidad para protegerse.
Al investigar las violaciones a los derechos humanos de los niños, Human Rights Watch ha descubierto y denunciado una situación inquietante y persistente en todas las regiones del mundo. En casi todos los aspectos de sus vidas, la niñez es sometida a una violencia inadmisible, perpetrada en la mayoría de los casos por las personas encargadas de su seguridad y protección.
Algo no funciona en la política israelí. El otrora mítico estado se ha convertido en un monstruo que con el apoyo de Estados Unidas y el silencio y la pasividad de la Comunidad Europea extermina al pueblo palestino de la misma manera que los nazis los exterminaron a ellos desde 1930 hasta 1945.
Reconozcamos que nos enlodamos moralmente al mantenernos pasivos mientras Israel realiza sus atrocidades contra los palestinos dice la ex analista de la CIA.
El Estado de Israel y su sociedad está enferma, algo está corrompido y enfermo cuando hace caso omiso como si fuera una insignificancia, del brutal asesinato de una niña de 13 años por un oficial del ejército que pretendió que ella amenazaba a los soldados de un puesto militar.
Una niña más entre los más de 700 niños palestinos asesinados por israelíes desde que se inició la Intifada. Algo raro pasa con esa sociedad cuando un gobierno encarcela a una muchacha de 15 años por el crimen de empujar y escapar de un soldado que quería cachearla a la entrada de una mezquita.
La niña recibió tres tiros mientras escapaba y cuando salió del coma fue condenada a 18 meses de prisión.
Como la Alemania nazi, la insania del Estado de Israel es un modelo agotado.
El intelectual israelí y activista anti sionista Michel Warchaswski, escribió en el año 2004: esta sociedad ya no reconoce ninguna frontera geográfica o moral.
En su libro Hacia una tumba abierta: la crisis de la sociedad israelí afirma que Israel no conoce sus límites y arremete al descubrir que su intento de forzar a los palestinos a la sumisión y de tragarse toda Palestina esta siendo frustrado por todo un pueblo con capacidad para la recuperación, digno, que no se somete en silencio, ni renuncia a la resistencia frente a la arrogancia de Israel.
En el informe de UNICEF sobre el territorio palestino ocupado, esta institución ofrece datos estremecedores sobre la realidad de la infancia y adolescencia palestina.
La violencia constante, los toques de queda, las clausuras, el confinamiento doméstico y una economía en ruinas, determinan que no asistan a la escuela.
Según las estadísticas, en el ciclo 2003 a 2004, los días lectivos de 197.600 alumnos y 9.300 maestros sufrieron continuas interrupciones y por lo menos 580 escuelas tuvieron que cerrar. Unos 317.000 de los 1, 2 millones de niños y niñas palestinos en edad escolar y sus familias atraviesan enormes dificultades económicas particularmente los viven en la empobrecida franja de Gaza.
A más de una generación de niños y niñas palestinas se les niega el derecho a una educación básica. Las restricciones de movilidad han exigido el desarrollo de un sistema de educación suplementario, que muchas veces se lleva a cabo en mezquitas, sótanos o callejones. El conflicto invade cada vez más las aulas palestinas y la retórica violenta lo atraviesa todo. Casi todas las familias tienen hermanos, hermanas, padres, o madres muertos o asesinados, han sido heridos, están presos, mientras destruyen sus casas, arrasan y eliminan las zonas agrícolas.
Los críticos de Israel subrayan que de manera creciente ese estado y su sociedad se están autodestruyendo y se acerca a la catástrofe de su propia creación.
El periodista Gideon Levy habla de una sociedad en colapso moral, mientras Michel Warschaswski escribe sobre una locura israelí, brutalidad demente, putrefacción de la sociedad civilizada que ha lanzado a Israel por camino suicida.
Prevé el fin de la iniciativa sionista porque Israel se ha convertido en una banda de matones y en un Estado que se burla de la legalidad y de la moral cívica.
Un Estado que vive despreciando la justicia pierde la fuerza necesaria para sobrevivir.
Con amargura señala que Israel ya no conoce fronteras morales, si alguna vez las conoció y los que lo siguen apoyando, que encuentran excusas para lo que hace mientras desciende hacia la corrupción, han perdido su brújula moral.