Si algún inocente en algún fugaz y confuso momento pensó que tal vez Angelita Trujillo Martínez no era hija del perínclito, sino de otro hombre, esa persona puede ya estar tranquila. Definitivamente es hija de Rafael Leonidas, por aquello de que de tal palo tal astilla. El libro que ella firma (¿quiénes le habrán ayudado a escribirlo?) es un libelo que busca enlodar la memoria de algunos de los héroes del 30 de mayo y de la resistencia antitrujillista.
Alegar, por ejemplo, que Trujillo no fue el que ordenó la muerte de las hermanas Mirabal, sino que fue iniciativa de Pupo Román y Luis Amiama es desconocer cómo funcionaba ese régimen, donde toda decisión importante provenía solamente del dictador. Decir, además, que el gobierno sucesor de la dictadura no pudo demostrar que su padre poseía bienes y cuentas bancarias en el exterior es absurdo, más cuando su hermano Ramfis entregó al historiador dominicano Emilio Rodríguez Demorizi recortes de periódicos del año 1964 donde un juez francés, que investigaba la demanda en partición de esa fortuna por parte de los hijos de Trujillo fuera de su matrimonio con María Martínez, declaró haber localizado cuentas bancarias en Suiza por US$183 millones, pertenecientes a los hermanos Trujillo Martínez y a su madre María. (Emilio Rodríguez Demorizi Archivos de Ramfis Trujillo, 2008, página 88).
Es una pena que Angelita, a diferencia de dos de sus hermanos, Ramfis y Flor de Oro, no aportara una contribución seria y esclarecedora para el estudio del régimen de su padre. Su hermano mayor, Ramfis, con un mucho mejor sentido de la historia y reconociendo su incapacidad intelectual para preparar un libro (casi no sabía escribir), entregó, en Madrid, importantísimos documentos de su archivo a Emilio Rodríguez Demorizi, los cuales ahora conforman tres libros llenos de muy importantes informaciones. Su hermana, Flor de Oro, en sus memorias, sin mentir, nos permite conocer a su padre dentro de la intimidad familiar, no sin antes criticarlo fuertemente por sus excesos y su búsqueda continua de adulación pública. Una hija de Ramfis publicó en nuestro país una novela, bastante bien escrita y que ganó un importante premio nacional, donde narra como la niña que sólo había escuchado cosas buenas sobre su abuelo llega al país y lee libros que le permiten darse cuenta cómo éste en realidad era un tirano.
El plantear que las torturas de enero de 1960 en La 40 fueron iniciativas de Johnny Abbes García y no de su padre es absurdo. Por cierto, uno de los torturadores en ese lugar lo fue su esposo de esa época, sobre quien Angelita habla poco en su largo libro.
Ella opta por justificar lo injustificable y calumnia a los que contribuyeron a la desaparición del tirano. Lo hace aprovechándose de la libertad de expresión que existe en nuestro país y que su padre nos negó durante 31 largos años. Con excepción de algunas fotografías (los nombres en los pies de foto no aparecen en el índice onomástico), la obra aporta poco al conocimiento de ese período de nuestra historia. Varios asuntos que aparecen como primicias ya habían sido publicados en forma documental. La furia de María Martínez contra Balaguer a finales de 1961 está documentada en una carta escrita por ella a Ramfis el 5 de octubre de ese año y publicada hace más de 20 años. La entrega de dinero por parte de la familia Trujillo Martínez a Balaguer para su campaña electoral de 1966, a través de Augusto Lora, está documentada nada menos que en una carta de Ramfis al propio Balaguer del 19 de enero de ese año y publicada hace dos años.
¿Tendrían éxito los descendientes de los difamados en lograr una condena por libelo ya sea en cortes dominicanas o norteamericanas?