La no reelección no es un principio

La no reelección no es un principio

JORGE YEARA NASSER
En la antigua Roma, el emperador tenía como fundamento de su gobierno la continuidad, siempre que el pueblo romano aceptara su supremacía como fuente de inspiración divina. Es prudente precisar que el César era un humano, no un dios, y necesitaba sacudir su conciencia para recordar su legado de hombre. De esta inspiración, el emperador sustentaba la frase: “soy humano”, cuando retornaba de la guerra.

En nuestro país, la continuidad ha sido un factor traumático en la sociedad, especialmente en la época de los grandes tiranos. Es cierto que la continuidad en el poder crea un polo de atracción magnético a los que buscan los favores del Estado. Pero la continuidad puede ser o no ser buena, todo depende del tipo de gobernante que tenga el país, su visión de futuro, su manejo del presente y la capacidad de enfrentar la problemática económica de la sociedad, y el desarrollo de la nación.

Estados Unidos de Norteamérica, paradigma de la sociedad moderna, de los avances tecnológicos y del progreso espacial, tuvo una visión no de la continuidad, sino de la reelección, como oportunidad propiciadora de obtener metas y lograr avances dentro del marco de las ideas políticas. Todavía las famosas enmiendas del 1800 están vigentes, como demostración tangible de una sociedad, que en su discurrir histórico ha tomado la reelección como fuente necesaria del poder político. Claro que el gobernante obtiene la misma para un segundo período, siempre que el pueblo viva un momento de oportunidad para el bienestar social.

La variable reelección versus continuismo tiene una raíz sociológica muy diferente en cuanto a su accionar en la población política. La reelección es una oportunidad para gobernar como modelo de desarrollo. El continuismo es una forma de poder que vicia el modelo social y económico.

En los casos de Santana, Báez, Lilís y Trujillo, lo que hubo fue continuismo. Con el presidente Balaguer hubo un modelo político ajustado a la realidad nacional. Es preciso destacar, que la reelección de Balaguer dejó profundas huellas en el desarrollo del país, contrario a otros gobernantes, que dentro del marco de un gobierno sin reelección no asumieron la nación con todas sus potencialidades de desarrollo.

Reelección significa que un buen gobernante, creador y promotor de la paz y el progreso, puede y debe continuar en el poder, ejerciendo el mando político con visión de futuro, para que las nuevas generaciones logren sus cometidos y aspiraciones humanas.

Un gobernante que no exhiba éxitos no debe continuar en el poder, aunque cambie la constitución para reelegirse, porque los pueblos son quienes definen los procesos. El continuismo choca con los intereses nacionales, y lo que es peor, propicia un estado que afecta sensiblemente la moral social y convierte la sociedad política en un marco de acción que hiere el sentido. Por tanto, el continuismo crea una descomposición, donde la ambición y la compra de conciencia, hacen de la sociedad un maremoto capaz de arrastrarnos a un torbellino social de grandes consecuencias. Pero las reelecciones son un freno a los politiqueros de turno.

En nuestra práctica política estamos viviendo una crisis de liderazgo, estamos bajo los efectos de una moral social deprimente, donde los llamados hombres presidenciales son una especie de maniquí obsoleto.

La reelección, como doctrina política, tiene una fuente de inspiración que es aceptada por la mayoría. Es el pueblo quien inspira la figura de la reelección, tanto por su contenido como por sus amplios modelos de apertura a un futuro moral, y de cuentas claras y transparentes por lo que consideramos absurdo sustentar el principio de la no reelección.

Jamás un principio puede chocar con las más sagradas conveniencias nacionales. De ahí que principios y conveniencias nacionales no pueden entrar en contradicción.  

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