La noche en que reinó el silencio en el Maunaloa

La noche en que reinó el silencio en el Maunaloa

POR MANUEL EDUARDO SOTO
El estruendo de los aplausos ha caracterizado al club nocturno Maunaloa desde que fue inaugurado hace 40 años, pero una noche me tocó escuchar al silencio en esa sala de espectáculos de categoría internacional.

El local estaba repleto de gente una noche de principios de la década del 90 porque se presentaba nada menos que uno de los comediantes más admirados y talentosos de América Latina: el cubano Guillermo Alvarez Guedes. Con su largo catálogo de discos de chistes y canciones grabados a lo largo de una extensa carrera que comenzó en su país natal y luego continuó en el exilio –es un archienemigo de Fidel Castro y del comunismo– no podía esperarse otra cosa que una multitud ansiosa por escucharle contar cuentos clásicos y nuevos para pasar un buen rato.

Pero la noche aludida fue especial. El comediante –como otros artistas– acostumbra saludar a la gente conocida que se encuentra entre el público. Sin embargo, le esperaba una sorpresa poco agradable en esta ocasión.

“Quiero saludar a mi amigo Rafael Leónidas Trujillo”, dijo muy campante, esperando que el público recibiera con vítores y aplausos la presencia del nieto del sangriento ex dictador dominicano que mantuvo al país aterrorizado bajo su puño de hierro durante tres décadas.

El rubio joven Trujillo se levantó muy feliz para que los presentes lo vieran como un dominicano más, pero lo que recibió fue un silencio sepulcral. Nadie dijo nada, ni a favor ni en contra. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

La larga experiencia que tiene Alvarez Guedes en el escenario le permitió salir airoso de ese incómodo momento, destacando inmediatamente la presencia de este cronista en la sala.

“También quiero saludar a un periodista que vino a ver mi show desde Miami? Manuel Eduardo Soto”, dijo. Yo nunca en mi vida había recibido un aplauso más fervoroso que el de esa noche. Parece que para protestar por la presencia del nieto del tirano, los presentes aplaudieron con el doble de sus fuerzas mi presencia, mientras yo me levantaba de mi asiento y respondía con una amplia sonrisa y las manos en alto la deferencia.

 Yo había conocido a Alvarez Guedes en Miami, mientras escribía para la agencia internacional de noticias UPI. Almorzamos un día en el restaurante Los Ranchos, el que casualmente pertenecía a parientes de ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza, otro tirano cuya familia abusó del poder durante varias décadas y que fue asesinado –al igual que Trujillo– mientras vivía exiliado supuestamente superprotegido en Paraguay.

Los comediantes son gente muy seria e incluso amargada en su vida privada, como atestigua una larga lista de estrellas especializadas en hacer reír a la gente. Alvarez Guedes no era la excepción. El abrigaba un odio inmenso contra Castro y no lo ocultó durante el almuerzo, aunque no nos habíamos juntado para eso.

Pero una cosa que me llamó la atención fue que para él Charles Chaplin no había sido el mejor bufo de la historia. “Los comunistas han creado el mito de que Chaplin ha sido el mejor cómico del mundo”, me dijo, mientras degustábamos un sabroso y jugoso bife acompañado del típico arroz gallopinto de los nicas, la especialidad de Los Ranchos. “Ha habido otros mejores que él, pero como no tenían el apoyo de la izquierda, fueron ignorados”.

A continuación mencionó a Harold Lloyd y a Buster Keaton como ejemplos de grandes cómicos del cine norteamericano.

Entre los latinoamericanos, dijo que prefería al mexicano Mario Moreno, “Cantinflas”, aunque éste no tuvo oportunidad de proyectarse universalmente, como Chaplin. “La vuelta al mundo en 80 días” y “Pepe” fueron sus únicas incursiones dentro del cine en inglés. A éste tuve oportunidad de conocerlo en Nueva York (en la foto), cuando lanzó un disco con canciones infantiles que aún guardo en mi colección de discos de pasta.

La producción de 1983 se titulaba “Cantinflas con los niños del mundo” y traía temas como “Paz en la Tierra”, “La fiesta de toros”, “Cantinfleando” y “Soy barrendero”, entre otros.

En la carátula, Cantinflas escribió el siguiente mensaje: “Para los niños del mundo, porque este mundo no sería mundo sin niños”.

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*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

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