La nómina bajo el brazo

La nómina bajo el brazo

Una expresión desgarradora del modus operandi de exponentes de nuestra clase política consiste en siempre tener el presupuesto nacional bajo su brazo. En esencia, esa noción de ventajas pecuniarias diluyen proyectos, desgarran expectativas y hacen inviables aspiraciones truncadas por el inmediatismo. La frase era propia del halago trujillista al hijo mimado que sus áulicos le calificaron de promesa fecunda. Ramfis nunca dio pie con bola, el buen vivir y las orgías diluyeron tantos deseos del clan del dictador añorando extender en el hijo la sed de perpetuación iniciada el 23 de febrero de 1930.
En la medida que un sector social, por vía de un partido, establece raíces en la administración pública asume que sus beneficios deben eternizarse y la resistencia a perder “esos privilegios” provoca reacciones inimaginables en gente de aparente cordura y formación singular a los que tantos años de asociación con las mieles del poder imposibilita entender que es posible vivir distantes de la nómina oficial.
Periodistas, intelectuales, políticos y empresarios tienden a flaquear ante la eventualidad de cerrar filas alrededor de un segmento de la población cuyo nivel de vida depende del esfuerzo privado. Es una cultura de presupuestófagos donde cobrar un cheque en el Gobierno, andar con guardaespaldas y exhibir una placa con números bajitos llena vacíos existenciales en ciudadanos fascinados por la idea de “mandar” y ejercerlo.
De tanto ejercer el Gobierno y sus ventajas asumen como normal su estatus singular, cayendo en el espontaneísmo que todo les cae, como el maná, desde el cielo. Así se comportan muchos peledeístas, ahora. Antes, reformistas y perredeístas. Y aunque resulte irónico, la oposición y los que ejercen la condición con decencia aprenden a construirse un estándar de vida independiente donde sus ideas y posturas intelectuales, académicas y empresariales no dependen de actitudes simpáticas coyunturales sino de almas libres y pensamientos auténticos. Lamentablemente, aquí son muchos los que tienen hipotecada su independencia.
No todos han sido doblados por la nómina. Eso sí, hay gente que uno no entiende sus cambios. A Trujillo nadie le rechazaba o renunciaba de una posición en el Gobierno. Y eso no era del todo cierto: Viriato Fiallo le resistió internamente, Américo Lugo desestimó un contrato oficial y Pedro Henríquez Ureña prefirió irse del país dejando la principal posición en el sector de educación pública.
Una camada de anti-balagueristas terminaron sirviéndole. Ramón Castillo era del grupo disidente que llegó en julio de 1961 y aceptó el Ministerio de Interior y Policía. Los ministerios de Finanzas e Industria y Comercio cayeron en manos de Martínez Francisco y José Brea Peña. Y en la última etapa del reformismo, personas de tradición revolucionaria como Tácito Perdomo Robles, Consuelo Despradel y Moisés Blanco militaron en las filas del instrumento partidario del viejo caudillo.
R.A. Font Bernard era un maestro de la pirueta política, autor de una frase del modelo de sobrevivencia indecorosa de que “aquí está prohibido joderse” demostró su “capacidad” en escribir los editoriales oficiales en RTVD en la mañana, y de tarde, las críticas radicales desde Radio Popular contra la administración del PRD. Y ese es un ejemplo de un intelectual que vivió con la nómina bajo el brazo.

La campaña electoral sirve para detectar juicios, posturas y endosos que, salvo reconocidas excepciones, marcan una de esas maldiciones en la vida pública: adictos al presupuesto. Tanto en el lado oficial como en la oposición se siente el afán por acceder o preservarse en las ventajas oficiales. He visto a un grupo de intelectuales defendiendo legítimamente la candidatura de Danilo Medina, pero todos son funcionarios, y dicha condición genera sospechas reales alrededor de la “sinceridad” del gesto. Y del otro lado, gente de la cultura que impulsa los aprestos de Luis Abinader, y uno se pregunta si andan a la caza de un puesto y/o sinceramente pretenden desplazar pura y simplemente al PLD.
Ese afán de ventajas a expensas del presupuesto ha sido una maldición!

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