La normalización del PRD

La normalización del PRD

Las mayores dificultades que ha debido sortear el presente gobierno han sido la creciente ola de demandas populares y de diversos sectores sociales iniciadas en el primer trimestre del presente año, la repulsa a algunos artículos de la nueva Constitución, sobre todo el 30 y la generalización de los escándalos de corrupción en la administración pública, los cuales han sido debidamente documentados, básicamente, por Nuria Piera y Alicia Ortega, dos excelentes periodistas.

Para sortear esas dificultades, el Presidente de la República ha tenido en Miguel Vargas y su nuevo PRD su tabla de salvación, su mejor aliado.

 Recordemos que el inicio de los acuerdos entre estas dos figuras, comenzaron en el momento más álgido de la presente crisis económica del país y era ese partido, según diversos funcionarios del gobierno, el principal promotor de esas demandas.

Cuando los desacuerdos entre los legisladores y la generalizada oposición a dicha pieza legislativa empantanaron el conocimiento de la nueva Constitución, a lo que se sumó el rechazo de más del 80% de la población al abominable artículo 30, según mediciones, el presidente Fernández se vio obligado a dejar en manos de sus congresistas la aprobación o no del referido artículo y logrando que el PRD de Vargas Maldonado asumiese el impulso del nuevo proyecto constitucional, ayudándole de nuevo a superar otra dificultad.

En tal sentido, el mejor aliado que ha tenido el presidente Fernández durante el discurrir de gran parte de su primer año de gestión de su actual mandato, ha sido el partido que se supone encabece la oposición y que lejos de serlo, ha asumido el descontento que por diversas vías se expresan contra el actual gobierno, un aparente contrasentido.

Aparente porque se supone que todo partido que no está en el gobierno y pretende serlo debe hacer política recogiendo, precisamente, ese descontento, pero la realidad es que asistimos a un reparto del control del Estado entre dos proyectos políticos anteriormente divergentes

Eso supone, en el caso del PRD, una “normalización” que pasa por la eliminación de la cultura de la convivencia en la divergencia y en el pluralismo que han sido consustanciales a ese partido, una tarea que puede lograrse momentáneamente por la adhesión incondicional de muchos aspirantes a puestos electivos aún no definidos y por la ilusión de un casi seguro ascenso en poder en el 2012, pero nada garantizado una vez estos sean elegidos en el 2010.

Además de ese factor, es necesario ver lo que pasará en ese partido luego de los resultados de la Convención del 27 de este mes, pues no está totalmente claro que su “normalización” culminaría con la derrota del candidato “incómodo”, podría ser al revés.

Lo que sí está claro es que esta colectividad se está enajenando gran parte de sectores (etarios y de género) que desde dentro y fuera lo apoyaban.

Por tal razón, la buscada normalización del PRD no es garantía de triunfo en las próximas fechas electorales,  por la forma en que ésta la están conduciendo podría resultar todo lo contrario.

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