La novela existencialista en la República Dominicana

La novela existencialista en la República Dominicana


La segunda Guerra Mundial había trastocado la vida cultural francesa. Con la liberación en agosto de 1945, el centro del mundo cultural se dinamiza con la puesta en función de la máquina de papel. Toneladas de papel hacen que funcionen de nuevo las imprentas, que apareciera una treintena de nuevos periódicos y nuevas revistas que serían los medios para expresar las ideas de una intelectualidad dividida entre los que sustentaron los valores de la República y aquellos que colaboraron con los ocupantes nazis.

Los intelectuales franceses afianzaban un nuevo compromiso cuando sus instituciones culturales estaban en entredicho. En medio de las tensiones propias de la posguerra surge la figura de Jean Paul Sartre que, en el Club Maintenant improvisa para dos o tres cientos de participantes la conferencia “El existencialismo es un humanismo”.

El existencialismo pasa a ser uno de los movimientos intelectuales más importantes de la posguerra (Annie Cohen-Solal, 1990). Con él renacía una fuerte alianza entre filosofía y literatura. Pero también una indagación para darle sentido al momento que vivía Francia, y Europa en sentido general.


La tradición filosófica era el saber que daría respuesta a los problemas de la modernidad. Francia contaba con la filosofía crítica, fundada por Descartes. En 1927,Heidegger había realizado en Alemania una olvidada pregunta por el Ser en “Sein und Zeit, Ser y tiempo”.


Sartre, quien había publicado su famosa obra “L’étre et le Néant” (1943), era conocido ya por su novela “La nausée” (1938) y sus obras de teatro: “Les mouches”, 1943, “Huis clos” de (1944). Un verdadero escritor unido a una filosofía que no negaba la acción política y que se empinaba en la idea de un nuevo humanismo luego de la tragedia que había llevado al borde de la aniquilación a los principios liberales fundados en la Revolución de 1789.


Luego de la Guerra, la intelectualidad francesa inicia un debate sobre el existencialismo, en el que participan muchos de los filósofos de entonces como Jean Wahl, autor de “Études kierkegaardiennes” (1938), Levinas (“Totalité et Infini”, 1961, y Paul Ricoeur (“Gabriel Marcel y Karl Jaspers”, 1948 [François Dosse, 2008]. Pero esta corriente filosófica no era nada francesa, sus antecedentes se encontraban en el filósofo danés Søren Kierkegaard, y tenía otro precedente en la obra del alemán Karl Jaspers.


En la literatura española ya había obras existencialistas como las novelas o nívolas de Miguel de Unamuno “Niebla” (1914) y su importante ensayo ‘Del sentimiento trágico de la vida” (1913). Salvando la distancia y las formas, también las novelas que buscan explorar la condición humana desde el conflicto de la fe, la creencia en Dios, tocan el tema central del existencialismo.


Pero el existencialismo, que fue entonces una moda, fue muchas cosas a la vez. Bajo sus principios aparecieron obras literarias cristianas, ateas, nihilistas… En fin, el existencialismo fue una nueva actitud ante la vida de la juventud de posguerra.


El compromiso social de los intelectuales con la clase proletaria, que parecían haber ganado la guerra, produjo una nueva mirada a grupos subalternos como los negros o los árabes en la guerra de Argelia. Un elemento importante fue su enfoque en el tema de la libertad y la descolonización. El hombre está condenado a vivir libre, decía Sartre.

Más adelante el estalinismo llevaría a una crítica al poder absoluto, que provocará la división de los opinantes ligados a esta tendencia filosófica y estética. El foco de atención lo dominan Jean Paul Sartre y Albert Camus. Estos modelos son los que orientan las obras existencialistas que se cultivaron en la República Dominicana.


La novela de tema existencial tiene varios ciclos en la literatura dominicana. El primero lo abrió “La mujer de agua” (1949), de Ramón Lacay Polanco, a la que le siguen “En su niebla” (1959), “El hombre de piedra” (1959) y “El extraño caso de Carmelina Torres” (1978), del mismo autor. El segundo ciclo lo integran las novelas llamadas bíblicas, “El buen ladrón”, (1960), de Marcio Veloz Maggiolo, “Magdalena” (1964) de Carlos Esteban Deive y “El testimonio” de Ramón Emilio Reyes (1961).

A este grupo pertenece “La nostalgia de la nada” de José Ramón Robiou, Teté, fundador de un grupo de escritores existencialistas.
El tercer ciclo del existencialismo en la novela dominicana lo encontramos en las obras de Andrés L. Mateo, “Pisar los dedos de Dios” (1979), “La otra Penélope” (1986) y “La balada de Alfonsina Bairán” (1992). El análisis de estas novelas se puede centrar en la figura del héroe o protagonista de la obra y su actitud hacia el poder absoluto que representaba Trujillo.


La crítica literaria dominicana ha estudiado parcialmente la novela existencialista. Cabe destacar los siguientes ensayos: “Angustia existencial, soberbia y regeneración en cuatro novelas existencialistas de Ramón Lacay Polanco”, publicado en “Quince estudios de novelística dominicana”, 2006, de Giovanni Di Pietro; así como el libro “Las novelas bíblicas y otros escritos afines” (2010), del mismo autor.

También el ensayo “El existencialismo y la narrativa dominicana” de Diógenes Céspedes en “El sujeto dominicano, estudios acerca de su especificidad”, (2011), Maryse Renaud, “Le cycle des ‘romans bibliques’ dominicains entre 1961 et 1964” en “Les écrivains face á la Bible” (2011), entre otros.
El existencialismo fue discutido en la República Dominicana y varios artículos sobre esta filosofía aparecieron en la década de 1940 en “Cuadernos Dominicanos de Cultura”.

La juventud también creó círculos de discusión en torno a los existencialistas y tuvimos grupos de poetas existencialistas que siguieron la tendencia literaria francesa. Escritores del talante como Franklin Mieses Burgos y Héctor Incháustegui Cabral lo trabajaron en su poesía y en sus obras teatrales (Céspedes, op. cit). Es en el teatro donde encontramos también esta tendencia. Asunto que queda aún por estudiar.

Sobre el ambiente del existencialismo en la Era de Trujillo, además de las viñetas de Lacay Polanco “En su niebla” (1950), debemos mencionar la crónica de Ramón Francisco en “Crítica, además” (1987).


Las teorías sobre el existencialismo aparecen en la obra de Antonio Fernández Spencer, “Caminando por la literatura hispánica, 1948-1964” de 1964 y en “Tendencias de la novela contemporánea” (1963), de Carlos Esteban Deive. El existencialismo es muy importante en el desarrollo de la novelística dominicana.

En primer lugar, por haber mezclado elementos míticos universales tomados del hipotexto bíblico para presentar el problema del poder en los últimos años de la dictadura de Trujillo. Segundo, porque en él se encarnó el sentimiento de libertad de la juventud de finales de la década del 1950.

Tercero, por la diversidad de influencias literarias, un existencialismo que apela a Unamuno en los ecos de “En su niebla” de Lacay Polanco; un existencialismo cristiano en el ciclo bíblico, pero especialmente en la obra “El testimonio” de Reyes y, finalmente, el existencialismo de lo absurdo en las obras de Lacay Polanco, que toca el paradigma de Albert Camus.


La influencia de Camus en la obra de Lacay Polanco es un existencialismo que apela más al nihilismo existencial, que va desde Nietzsche a Cioran, cruza por las obras de Andrés L. Mateo, que presenta la contradicción entre el héroe que busca cambiar la sociedad y el héroe existencial que no encuentra salida y termina aceptando la situación hasta llegar a la muerte, como Feliz Marcel en “La otra Penélope”.

En síntesis, el existencialismo es importante en la literatura dominicana porque constituyó el punto de ruptura entre la narrativa tradicional y la literatura moderna que apela a una nueva novela que toca los postulados del Boom latinoamericano (continuará).

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