La novela y el existencialismo en Santo Domingo

La novela y el existencialismo en Santo Domingo

La ciudad letrada trujillista acogió al existencialismo y en los debates de la tertulia de La Cafetera los partidarios de este nuevo ‘ismo’ realizan labores de adoctrinamiento. El existencialismo era una filosofía que había que conocer. El periódico “La Nación” y “El Caribe” publicaron artículos sobre la moda literaria francesa. Los ensayos de Rafael Díaz Niese y Segundo Serrano Porcela en el número 45/46 de mayo-junio de 1947 muestran un interés por explicar el fenómeno literario que se había desatado con la conferencia de Jean Paul Sartre “El existencialismo es un humanismo” en 1945.

Podríamos pensar que los intelectuales del régimen instrumentalizaron este movimiento. Pero, para sorpresa de muchos, no fue así. Lo expresado en el abordaje filosófico y literario del nuevo ‘ismo’ presentó una toma de posición que se explica por los aires de apertura de Trujillo en los primeros años de la posguerra.

Sin embargo, el director de la revista, y principal impulsor del existencialismo, Pedro René Contín Aybar, distanciándose del planteamiento de los articulistas, expresa en el editorial: “Y aunque nosotros, americanos, no podemos vivir el grado cruel de hombres desplazados [en Europa], quienes sintieron en el mundo -su mundo y el mundo de los demás- derrumbarse bajo sus pies, hasta hacerles concebir el trop sartreano y tener como cosa propia el doloroso, hondo, trágico apotema de “L ‘enfer c’est les autres”  (490) .

Más adelante agrega, “debemos interesarnos en asistir algo más que en espectadores, a la preocupación humana de estos hombres castigados por los mismos hombres, en afán de esperanza de un mundo mejor, distinto para el hombre” (Ibid.).

El crítico Contín Aybar, quien sacaba del existencialismo una mirada a la realidad social de Europa, no deja de entrever el peligro de sus palabras y busca una pequeña cortada, que siempre aparece en los editores trujillistas, que consiste en separarse del rayo del tirano por la vía de la adhesión: los artículos recogidos en este número “no fija[n], de ninguna manera, una posición de los “Cuadernos”, ni se pretende sentar doctrina. Asociamos nuestro país y nuestra cultura” … ‘con la rectoría ejemplar del presidente Trujillo’ (491).

En la parte final del ensayo de Rafael Díaz Niese (“Posiciones espirituales, el existencialismo de Jean Paul Sartre”) presenta su posición sobre el existencialismo que se puede ver como un manifiesto político.

Y es tal vez la parte más problemática del número de “Cuadernos”.  Señala: “no es de extrañar, pues, que por tal modo del existencialismo se transforme en Sartre en una filosofía de la acción. Una Filosofía viril que rechaza todos los subterfugios que nuestra cobardía intelectual y moral ha inventado para considerar frente a frente, con entera responsabilidad, el espectáculo nauseabundo de nuestro voluntario vasallaje a todas las decrépitas mentiras convencionales” (524).

Me pregunto, ¿cómo pudo haber sido leído este trozo de su ensayo en un mundo que quedaba retratado y asumido por un sujeto que lo denuncia, luego de una brillante hermenéutica humanística? Y termina diciendo Díaz Niese: “Una filosofía que pide al hombre una actitud de hombre, no de avestruz. Y que, en última instancia, nos ofrece la consoladora seguridad de que el pensamiento y la vida pueden ser reconciliados” (Ibid.).

Este dispositivo donde el opinante se convierte en crítico y actor del mundo deja atrás la filosofía como contemplación y da paso a un sujeto comprometido contra los males de su época. Sartre puso en el centro del pensamiento al hombre sin esencias y le dejó su apuesta por la libertad. La misma libertad que era en Santo Domingo una necesidad humana, y que solo la acción del hombre pensante podría redimir.

Mientras que, en su ensayo “El existencialismo en la novela del siglo XX: una literatura comprometida”, Segundo Serrano Poncela cita el artículo de Sartre aparecido en el primer número de “Les Temps Modernes” (Octubre de 1945): “Puesto que el escritor no tiene medios de evadirse, queremos que se abrace estrechamente a su época; es su única posibilidad: la época está hecha para él y él está hecho para la época” (540).

Si bien la filosofía existencialista fue discutida en su momento y los jóvenes escritores se adscribieron a su manera de presentar la condición humana es perentorio señalar que, por una parte, el grupo que dirigía Fernández Spencer tomó el camino de recuperar el humanismo en la literatura. Dando una vuelta a lo que llamó José Ortega y Gasset la “deshumanización del arte». Para Spencer la novela de la posguerra, contrario a la novela de vanguardia, había humanizado el arte. Mientras que Carlos Esteban Deive en “Tendencias de la novela contemporánea” sigue a su maestro y se separa del existencialismo de Jean Paul Sartre. El grupo está más cerca de un existencialismo cristiano y tiene como fuente la novelística de Miguel de Unamuno.

        Por otra parte, el existencialismo de Lacay Polanco le viene más de Unamuno y de Albert Camus, como dice Marcio Veloz Maggiolo en la introducción a la selección de la obra del autor de “En su niebla” (“Ramón Lacay Polanco, antología”, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1994). Sentencia el autor de “Biografía difusa de Sombra Castañeda” que “Lacay nos da la clave” [“Yo la escuchaba sin pensar existiendo siempre”] “ha tomado los caminos del existencialismo. Su novela es sin lugar a duda la primera y quizás la más vivamente existencialista de las novelas dominicanas” (17).

        A seguidas podemos postular que la influencia del existencialismo en la novelística de Andrés L. Mateo está más influida por la visión absurda de la vida de Camus y por la literatura del compromiso social que aparece en Sartre de “¿Qué es la literatura?” (1947). Aunque en el caso de Mateo hay que mencionar la intertextualidad de sus obras con Juan Carlos Onetti.

        En síntesis, el existencialismo como filosofía que se encuentra en el camino de reevaluar la metafísica, lo trascendente, la razón, el humanismo y el carácter finito del hombre, así como las visiones sobre sujeto, razón, humanidad y libertad, influyó más de lo que se puede pensar a simple vista en la literatura dominicana.

        Un estudio de esta vanguardia en la literatura dominicana no debe pasar por alto su imbricación en los discursos poéticos, en un momento en que se debatía, entre los sorprendidos y la generación del 48, la existencia de una poesía con el hombre universal y la poética sobre el hombre dominicano. También hay que revisar, como anoté en el artículo anterior, la presencia del existencialismo en el teatro dominicano de la década del sesenta.

        Finalmente, creo que es cardinal que en la novela se mire el destino del héroe. Su visión histórica y la forma en que se produce la acción dentro del sentido de historicidad que hace que el sujeto se sienta capaz de cambiar la realidad o verla como algo absurdo. Por lo que un estudio sobre el tema debería abordar la construcción poética de la novela en un tiempo en que se debaten un sujeto histórico, épico, y un sujeto atado a la trascendencia del Ser en el marco de la negación de todos los fundamentos del pensamiento occidental, su disolución o nihilismo.

*Para otra lectura del existencialismo en República Dominicana véase Juan Francisco Sánchez, “A propósito del existencialismo” en “Cuadernos”, “Sartre filósofo de la libertad” de Lusitania Martínez y “La Analística existencial en Martin Heidegger. Un análisis fenomenológico”, de Luis F. Cruz; en Martínez Lusitania, compiladora: “Filosofía dominicana, pasado y presente”, tomo III, y los ensayos sobre sobre el mismo tema en el tomo I, AGN, 2010.

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