La (Nuestra) rebelión de las masas

La (Nuestra) rebelión de las masas

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Desde actos libidinosos en la vía pública hasta entierros con disparos al aire y símbolos patrios, desde programas de radio fundamentos en la vulgaridad hasta música que provoca al cuerpo más que al oído, el país se asombra de lo mucho que ha avanzado el «populacho» y la vulgaridad con el que por desconocimiento se le asocia, como si el hecho de que cambien las vías cambiara los conceptos.

No ha faltado en estos días quien vincule que se permita la vulgaridad con la existencia de mayor criminalidad narcotráfico o al revés, da igual, pues en este razonamiento la ecuación es tautológica. ¿Qué fue primero el huevo o la gallina? El razonamiento peca de necio, porque el crimen y el narcotráfico no se circunscriben a los barrios populosos.

Hay que decir que ni la vulgaridad en público ha traído la criminalidad o el narcotráfico, ni el narcotráfico ha traído la manifestación de la vulgaridad en público. El regetton o el «perreo», escandaloso y desprovisto de cualquier canon estético -por laxo que sea su idea-, es, al igual que los actos lésbicos de la avenida Abraham Lincoln, síntomas de una enfermedad más estructural y más profunda.

En realidad asistimos a una anárquica rebelión de las masas, desprovista de toda ideología política, sin un líder o partido, sin un guía espiritual o un mártir que mostrar y quizá sin una meta predeterminada. Dos fenómenos le acompañan, primero la total ruptura entre elites y masas (Ortega y Gasset), segundo, el triunfo del hedonismo negativo (Nietzsche) (Lipovetzky)

Ya hay alguno, ante esta evidencia, que se atreve a adelantar que la enfermedad es el exceso de libertad, y avanza de forma preocupante, incluso en las mentalidades más tolerantes y progresistas, la idea del autoritarismo como correctivo. El jefe de la policía, por ejemplo, pretende abrogarse el derecho al entierro de los líderes de bandas; parece que además de héroes quiere hacerlos mito.

Otros, han aprovechado para dar rienda suelta a sus discursos homofóbicos, de intolerancia religiosa o dictatoriales para demostrar que el «mal social» se corrige con menos libertad, así, se ha pedido que se despeje a los jóvenes de las avenidas de moda, para evitar el escándalo y el «libertinaje» en una lógica que parece estar más preocupada por la visibilidad del fenómeno, antes que por su entendimiento o corrección.

Frente a nuevas evidencias de un cambio en el país, nuestras elites: empresarios, políticos, comunicadores, intelectuales o religiosos, se muestran asombradas, e impotentes. La falta de herramientas para entender la lógica de la población es enorme. La salida fácil es la moralina y la rasgadura de vestiduras. Falta catadura y autoridad para pretender contener la ahora muy evidente rebelión de las masas. Y es que en el fondo la elite comparte con la masa sus creencias hedonistas. ¿Cómo puede pretender corregir la manifestación hedonista popular lo que en principio es un acto de imitación?

Muchos poderosos y pocos servidores hay en el país (sermón de Arnaiz). Unos desde la opulencia, otros desde el caciquismo territorial, nuestras elites políticas, religiosas, empresariales, barriales, en los medios de comunicación, en los colegios, en los barrios y en las universidades, han acelerado, prohijado, apadrinado la rebelión de las masas con su propio culto a lo superfluo, su evidente decidía ante lo trascendente y su renuncia ante el deber asociado al privilegio de ser elites.

Se tiene una convicción de que lo importante es el disfrute inmediato, y una de las mejores formas para tenerlo es a través del éxito material, siempre que sea fácil. La enfermedad es que el avance del nihilismo negativo, el hedonismo sin propuesta, el culto a la juventud, a la belleza y al goce como finalidad última. ¿Por qué nos sorprenden las manifestaciones populares cuando las elites mantienen un permanente culto al cuerpo, a lo superficial, a la falta de compromiso e irrespeto a las leyes?

Todo esto que nos asombra empieza con el fracaso de las elites, ese es el polvo que ha traído estos lodos que hoy nos conmueven y que son sólo el inicio de algo que puede ser más escalofriante, profundo y violento que lo que hemos visto hasta ahora. Las masas sólo están reclamando lo que consideran su espacio. Las elites crearon las reglas del juego.

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