La nueva agonía contemporánea

La nueva agonía contemporánea

La economía y los medios de producción les han cambiado los hábitos a las personas. También la cultura, el placer y el goce que sustentan los países desarrollados, de donde se ha planteado el relativismo ético, la cultura de la prisa, la pérdida de valores, los modelos de consumo y la vida sin límites.

El ser humano ha recibido diferentes estímulos, cambios de conducta y estilos nuevos de vida que no han podido asimilar, y cuando no, han perdido la capacidad de asombro o sencillamente se ha dejado conquistar sin ninguna crítica social, dado por entendida la asimilación al neofilismo social. O sea, aprender y amar todo lo nuevo: las tecnologías, el erotismo, la pornografía y los estilos de vida sin ningún juicio crítico. Esos cambios han modificado y han influenciado el estado emocional, afectivo y cognitivo acerca de cómo las personas deben socializar con la familia, las parejas y con su propio entorno social.

Es decir, las personas han desaprendido, han evolucionado o han cambiado su forma de ser con tanta prisa que hoy tenemos un ser humano más pobre y más frágil que hace cincuenta años. El humano de hoy está menos preparado para el manejo de los estresores psicosociales: desempleo, pérdida del estatus, crisis afectiva, competitividad emocional, conflictos familiares, divorcio, armar proyecto de vida, entre otros. Asistimos a un ser humano más inseguro, más vulnerable y más riesgoso, pero sobre todo menos crítico de su entorno y de sí mismo, lo que lo hace tres veces más vulnerable a padecer depresión, ansiedad, estrés, agonía, violencia, divorcio o drogadicción.

Lo que estamos observando y viviendo es un mundo poco sintiente, poco solidario y más deshumanizado. Y, por otro lado, personas más en desafecto, con menos vínculos y menos compromisos, pero sobre todo, más personas confundidas y más neurotizadas.

La contemporaneidad se ha dejado seducir por la cultura hedonista: vivir por el placer, luchar por el placer y morir por el placer. Hoy tenemos más obesos, más alcohólicos, más adictos, más ansiosos y más personas consumistas de todo, sin importar el costo para su salud, para su economía y el riego para su proyecto de pareja y familiar.

Esa vida por el confort y el goce ha comprometido el ahorro futuro de las personas, su salud, su bienestar y su felicidad. Hoy es notorio esa dualidad con que viven las personas; huir de su propio espacio interior para no llegar a conocerse a sí mismos y dejarse conquistar por el exterior que seduce, estimula, compra el goce y el confort de una vida que asimila el “parecer” y renuncia del “ser”.

Ahora la nueva agonía es cómo enfrentamos las crisis, el estrés, la despersonalización social y moral, sin terminar haciendo lo que los demás hacen.

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