La nueva bala mágica: imaginación burocrática

La nueva bala mágica: imaginación burocrática

POR DOUGLAS JEHL
WASHINGTON.-
El terrorismo nunca ha sido una lucha justa. Sus blancos son ilimitados, las defensas de Estados Unidos limitadas. Podría enfrentar a los débiles contra los fuertes, a pocos contra muchos, pero también enfrenta a la sorpresa contra el hábito, el ataque indiscriminado contra las reglas, los instrumentos de guerra contra civiles desarmados. Podría ser una guerra asimétrica, en la jerga del Pentágono, pero es una batalla en la cual los terroristas en muchas formas llevan la delantera.

A la lista de hoyos en la armadura de los fuertes, la comisión del 11 de septiembre ha añadido ahora otro. El fracaso para prever los ataques del 11 de septiembre del 2001, escribó en su informe final, fue en gran medida un fracaso de la imaginación, un fracaso para concebir que «una organización como Al Qaeda acuartelada en el otro lado del mundo, en una región tan pobre que la electricidad o los teléfonos eran escasos, pudiera conspirar para utilizar armas de poder destructivo sin precedentes contra las ciudades más grandes de Estados Unidos».

¿Cómo encender ahora esa imaginación? En muchas formas, la prescripción de la comisión -sacudir a la burocracia- es tan insatisfactoria como preciso es su diagnóstico. Enfrentada contra el terrorismo, ¿la burocracia puede tomar alguna vez la delantera?

El historial reciente no inspira esperanza. Recuerden, por un momento, a Richard Reid, cuyo plan tirado de los cabellos aún provoca sonrisas de incredulidad, pero quien tres meses después del 11 de septiembre casi hace volar en pedazos un avión en el cielo al encender con un cerillo una bomba en su zapato. Recordemos que Khalid Sheik Mohammed, el autor intelectual del 11 de septiembre, inicialmente previó una segunda ola de ataques aún más audaz, que incluía ataques contra rascacielos a lo largo de la Costa Oeste.

Y luego recordemos, como señaló la comisión en su informe de 571 páginas, que incluso Richard Clarke, el profetizador de calamidades en los gobiernos de Bill Clinton y George W. Bush, se quedó corto cuando desafió a Condoleezza Rice a imaginar un ataque que pudiera matar a «cientos» de estadounidenses, no miles.

En una conversación con reporteros el jueves, Rice, la asesora de seguridad nacional del Presidente Bush, continuó insistiendo en que no podía esperarse que la burocracia que ella preside imaginara lo que describió como inimaginable. «Pienso que, para un país que no había sido atacado en forma importante en su territorio continental durante 200 años, que un grupo furtivo de individuos, aunque estuvieran organizados, pudiera realizar un ataque tan devastador fue realmente un motivo de consternación», dijo.

Sin embargo, después de cientos de páginas repletas de relatos de la audacia terrorista y la inercia burocrática, bajo títulos de capítulos como «Tenemos Algunos Aviones» y «El Sistema Parpadeaba en Rojo», la comisión tituló sus recomendaciones concluyentes de esta manera: «Cómo Hacerlo: Una Forma Diferente de Organizar el Gobierno».

«Sabemos que la calidad de la gente es más importante que la calidad de los organigramas», indicó el informe, casi disculpándose. «Algunos de los aspectos más tristes de la historia del 11 de septiembre son los esfuerzos destacados de tantos funcionarios individuales al enfrentarse, a menudo sin éxito, contra los límites de lo posible». Pero luego la comisión reveló un nuevo organigrama propio. «La gente buena puede superar las malas estructuras», dice. «No deberían tener que hacerlo».

¿Una burocracia mejor pudo marcar una diferencia? Ese es el argumento que formula la comisión al argumentar en favor de la creación de un nuevo director de espionaje nacional, con autoridad para percibir nuevos problemas y derribar viejas barreras. Pero incluso este llamado podría ser considerado de imitación. La actual burocracia de seguridad nacional, que data de 1947, fue una reacción a las lecciones aprendidas de Pearl Harbor, entonces ¿por qué la falla monumental del 11 de septiembre no debería demandar un equivalente?

Por supuesto, las burocracias responden mejor a los acontecimientos pasados que a las responsabilidades futuras. (Ni siquiera trate de llevar esa navaja en su próximo vuelo al otro lado del país.) Pero con pocas excepciones, las burocracias gubernamentales no tienen una reputación de atraer a líderes visionarios que puedan imaginar, y evitar, la próxima gran sorpresa.

Las burocracias son muy buenas en gastar dinero; el gobierno ha gastado miles de millones de nuevos dólares en antiterrorismo desde el 11 de septiembre. Pero dadas las posibilidades infinitas para un futuro ataque, no hay suficiente dinero en el mundo para proteger contra posibles ataques.

Lo que las burocracias no hacen bien es moverse rápidamente. Las recomendaciones de la comisión del 11 de septiembre llegan 34 meses después del ataque; su averiguación fue retrasada por meses debido a la oposición de la Casa Blanca. Contra las rivalidades internas, las burocracias encuentran equilibrio en el compromiso. Pese a la urgencia con la cual la comisión expresó sus conclusiones, la Casa Blanca y el Congreso han respondido, en su mayor parte, prometiendo estudiar el asunto cuidadosamente.

«Es poco realista pensar que todas serán recibidas, consideradas y promulgadas como ley este año», dijo de las recomendaciones la representante Nancy Pelosi de California, la líder demócrata en la cámara baja. «Pero yo esperaría que los comités de jurisdicción rápidamente revisaran las conclusiones y consideraran las recomendaciones».

Por supuesto, algunos advertirían que no siempre es buena idea despertar la imaginación en una burocracia. Algunos de los peores excesos de las últimas décadas -la Bahía de Cochinos viene a la mente- podrían deberse a demasiada imaginación. Más recientemente, los críticos del gobierno han dicho que la creación dentro del Pentágono bajo Donald H. Rumsfeld de una nueva célula de análisis de información de inteligencia tuvo un efecto distorsionador sobre el espionaje previo a la guerra en Irak.

Ciertamente hay muchas personas sensatas, incluido Brent Scowcroft, el ex asesor de seguridad nacional, que durante mucho tiempo han argumentado en privado que una reorganización burocrática pudiera marcar alguna diferencia. La estructura actual, dicen, demanda demasiado al director del espionaje central, cuya responsabilidad cotidiana de dirigir la CIA le hace un supervisor menos neutral del rango más amplio de 15 agencias de espionaje.

Pero por definición, la imaginación requiere nuevas formas de pensamiento. Aquí también, la comisión tuvo algunas sugerencias, menos notadas que los cambios estructurales recomendados, pero quizá finalmente más importantes.

¿Cuál es la mejor manera de ganar la guerra contra el terrorismo? Un punto de inicio, dijo la comisión, es recordar que las guerras no se combaten mejor por medios directos, sino que requieren de diplomacia y otros medios para hacer frente a la amenaza. Como un ejemplo de imaginación, citó admirativamente un memorándum redactado el otoño pasado por Rumsfeld:

«¿Estados Unidos necesita elaborar un plan amplio e integrado para detener a la próxima generación de terroristas? Estados Unidos está poniendo relativamente poco esfuerzo en un plan a largo plazo, pero estamos poniendo mucho esfuerzo en tratar de detener a los terroristas. ­La proporción de costo-beneficio está contra nosotros!»

 

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