
Vista de una de las plantas de tratamiento de aguas residuales poblada con macrofitas. Arlenis Castillo
En la margen oriental del río Ozama, donde por décadas familias enteras vivieron bajo el temor de las crecidas y el abandono estatal, la realidad se vistió de esperanza para los residentes y para el afluente.
Se levantó La Nueva Barquita, el proyecto habitacional donde se reubicó a más de 1,700 familias que vivían en condiciones de alto riesgo en Los Mina Norte. La intervención no fue meramente un traslado físico, sino una apuesta por redignificar la vida y al río.
“La gente vivía en una zona donde el agua, literalmente, llegaba hasta los techos”, refiere la arquitecta Rocío Vidal, directora ejecutiva de la Unidad para la Readecuación de Barrios y Entornos (URBE). “Fue necesario crear una solución habitacional completa, con infraestructura resiliente y una visión ecológica que no existía en el país”.
Uno de los elementos más innovadores del proyecto es el sistema de tratamiento de aguas residuales. Inspirado en tecnologías que solo se habían usado en zonas turísticas como Punta Cana, URBE implementó un sistema natural de depuración basado en macrofitas (plantas acuáticas).
Estas especies, principalmente de la familia Tifa dominguensis, absorben y descomponen los contaminantes del agua, mediante un proceso completamente natural, sin requerir energía eléctrica ni productos químicos.
Según el ingeniero Agustín Balbi, “es un sistema de cero lodo artificial y cero impacto eléctrico. Es sostenible, eficiente y también estético: parece un bosque, pero está depurando el agua de todo el proyecto”.
Las tres lagunas del sistema ocupan más de 10,000 metros cuadrados y depuran más de 2,500 metros cúbicos de agua al día antes de verterla al río, con un 95 % de pureza, cumpliendo con los parámetros exigidos por el Ministerio de Medio Ambiente. Además, todo el sistema fue instalado con participación activa de los propios comunitarios, quienes recibieron formación técnica previa.
Alexander Grullón, beneficiario y gerente del Patronato de La Nueva Barquita, asegura que el sistema sigue operando con eficiencia, nueve años después. “Aquí no llega basura al río. Tenemos brigadas de limpieza, un acuerdo con la Alcaldía de Santo Domingo Norte para la recogida tres veces por semana y una comunidad que ha asumido el cuidado como propio”.
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Este modelo de reasentamiento también cuenta con iluminación eficiente, espacios deportivos, vigilancia policial, una Fiscalía, centros educativos y un entorno comunitario seguro. La percepción del río ha cambiado: de basurero invisible, a frente urbano disfrutado.
Educación, gestión y apropiación comunitaria
Una de las claves del éxito ha sido la participación activa de las comunidades. Tanto en La Nueva Barquita como en Domingo Savio, URBE ha desarrollado estrategias de socialización, formación y corresponsabilidad.
“Desde el inicio involucramos a líderes comunitarios, juntas de vecinos y ciudadanos comunes. Esa participación garantiza que lo que se construya sea valorado, cuidado y sostenible en el tiempo”, indica Balbi.
En La Nueva Barquita, los residentes han sido parte de las brigadas de mantenimiento y paisajismo. En Domingo Savio, la conciencia sobre el uso del espacio público y la relación con el río ha ido cambiando. “La gente ya no quiere ver basura frente a su casa, porque ahora su casa da al río y ese río tiene valor”, afirma Damilka Pichardo.
En palabras de José Adán Fernández, encargado del área de control del Patronato de La Nueva Barquita: “Aquí todo el mundo sabe qué hacer con sus residuos. Tenemos orden, tenemos sentido de pertenencia”.