En 1929 se formalizó el derecho de Haití a ocupar más de 4 mil kilómetros cuadrados de territorio de la isla, que antes había sido dominicano y la frontera se fue convirtiendo en algo lejano para los dominicanos, que luego, durante la dictadura de Trujillo, se quiso enmendar la situación con diversas acciones de dominicanización.
En esas acciones de dominicanización, ocurrieron lamentables sucesos que todavía perduran en el recuerdo de mucha gente, que no olvida la drasticidad de una acción de exterminio que le segó la vida a millares de ciudadanos haitianos en 1937. Por igual, se procedió durante la dictadura a repoblar la frontera creando poblaciones, construyendo urbanizaciones, diversas obras de infraestructura, fomentando la agricultura e intensivos programas educativos, aparte de afianzar la presencia militar en la región de forma que los dominicanos fueran un valladar a un éxodo incipiente, que ahora mismo es indetenible hacia la parte oriental de la isla.
Desde 1929 la situación, en la relación de los dos países de la isla, se ha ido modificando en perjuicio de los dominicanos que ven crecer la población haitiana, que ya absorbe más del 10% de la asistencia en salud, y al mismo tiempo, contaminan las áreas donde viven con sus peculiares y escasas costumbres de higiene.
Mientras la frontera iba perdiendo el atractivo para los dominicanos, iban surgiendo nuevas oportunidades con el incremento del comercio de tal manera que es un sólido renglón de intercambio comercial. Con el trasiego de contrabando de mercancías y de ilegales haitianos se convirtió en una atractiva zona para muchos militares que antes consideraban un traslado a esa demarcación como un castigo; ahora es una vía de rápido enriquecimiento y hasta de ascensos.
Entonces, para los dominicanos con recursos para desarrollar florecientes empresas, era un riesgo sin una rápida recuperación de las inversiones, se necesitaban de incentivos especiales que si antes eran impuestos por el gobierno dictatorial de Trujillo, ahora en democracia se requería buscar de otros medios para afincar en la zona la vida dominicana, antes que volvamos a perder miles de kilómetros cuadrados de territorio, si la desolación invita a los haitianos a trasladarse, callada y pacíficamente, a regiones de Pedernales, Jimaní o Elías Piña.
De ahí que la Ley 28-01, para incentivar las empresas en la frontera, ha tropezado de repente con un combativo y peligroso rechazo de los principales grupos empresariales de la capital y Santiago, en donde sus miembros poseedores de privilegios y apoyos de las autoridades de turno, ven amenazados sus nichos de comercio por la inserción de grupos empresariales, que sin contar con la presencia de los tradicionales grupos de presión de la capital y del Cibao, se están labrando un lugar en el mercado, ofreciendo productos mas baratos, de calidad y exportando hacia Haití; se están comiendo parte de los caramelos que antes eran de la componenda económica y social de los grupos que llenan las páginas de los medios con sus acciones y declaraciones, que muchas veces es para amedrentar a las autoridades para que no les toquen sus privilegios.
De ahí que la pretendida derogación o modificación de la Ley 28-01 sería funesto golpe para la región fronteriza y entonces veríamos incrementar la migración haitiana que ahora se le quiere enmascarar con casas de albergue, que el sacerdote jesuita de Dajabón intenta establecer por su región, lo cual debe ser prohibido por las autoridades, ya que podría ser la cabeza de playa de lo que padece el Líbano con sus campamentos de refugiados palestinos.