La (¿nueva?) economía

La (¿nueva?) economía

Samuelson era ya un libro de texto anticuado cuando yo empezaba mis estudios de economía. Eran los tiempos de la caída del muro de Berlím, el desmembramiento de la URSS. Eran los tiempos en que la geografía tendría que memorizarse de nuevo, Yugoslavia: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia; Alemania reunificada, y Fukuyama, eufórico, anunciaba, desde la perspectiva hegeliana, el fin de la historia. Los paradigmas económicos que se impusieron fueron los Chicago Boys, liderados por Milton Friedman.
¿De qué servirían ya las materias de sistemas económicos comparados? No había grandes presiones teóricas. Era una época de certidumbres en todos los órdenes, especialmente el económico. Los paradigmas no solo eran hegemónicos, sino que también funcionaban bastante bien.
El consenso era que si se seguían los predicamentos del FMI, las recomendaciones de los ¨muchachos de Chicago (por cierto, de donde más galardonados del Nobel salían), se abrazaba la apertura de los mercados de bienes y servicios y se mantenía la disciplina fiscal, todos los problemas económicos terminarían resolviéndose. La economía había dejado de preguntarse cosas. Keynes mismo ya era una pieza de museo al que sólo recurrían políticos irresponsables y nostálgicos. Y no lo digo con sarcasmo, de alguna manera la realidad parecía acomodarse bastante bien a ese marco teórico.
Algunas voces, con sentido teórico verdadero, advertían desde entonces la paradoja que significaba la impresionante velocidad con la que avanzaba la tecnología, y el natural desplazamiento de la necesidad de mano de obra; pero no había urgencia, pues al final los mercados laborales se iban a acomodar a la nueva realidad y los trabajadores irían adquiriendo las habilidades necesarias para reubicarse. ¿Mientras? Ese pequeño lujo que podían darse los países más desarrollados: el Estado de Bienestar, mucho más limitado, pero existente permitía a los políticos manejar las presiones sociales.
Sin embargo, el derrumbe de las economías desarrolladas evidenció el sentido de urgencia de un nuevo paradigma económico. A partir del 2008 se evidenció que los problemas estructurales causados no por el libre comercio ni por la crisis de las subprime (síntoma antes que consecuencia) sino por el avance tecnológico y su efecto en la transformación profunda en la actividad social y económica de los seres humanos.
Los fenómenos migratorios, la medición misma del desempleo, los profundos cambios en la productividad y el aceleramiento de las diferencias en la distribución del ingreso están poniendo presiones sociales que la data oficial mundial no está recogiendo con la celeridad suficiente. No es que nos han tocado políticos imbéciles, lo que se está requiriendo es respuestas teóricas que enfrenten de manera diferente las exigencias de un mundo cambiante. No sé si una nueva ciencia económica…pero si necesitamos nuevos ojos.

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