La nueva encrucijada de Israel

La nueva encrucijada de Israel

“La quietud del sabbat flotaba en el ambiente y en aquel antiguo barrio de Jerusalén, siempre tranquilo, reinaba un silencio absoluto” así, con un tono de música litúrgica hebrea, empieza a desarrollarse esta historia sutil y triste de un asesinato en la Jerusalén de nuestros días.

Batya Gur, profesora de literatura y autora de otras novelas de misterio donde el inspector Michael Ohayon es el protagonista que devela asesinatos y conjuras se despereza morosamente, y con ritmo lento empieza a desmenuzar un thriller sutil y desvastador.

Una estupenda historia donde el asesinato de la doctora Eva Neidorf es la excusa para contar una historia de misterio y corrupción, para, en el escenario psicológico hacer otros planteamientos que brillan con luz propia.

Han matado a la psiquiatra poco antes de dar una conferencia, y la desaparición de todos los documentos personales de la fallecida, son los datos con los que deberá iniciar su investigación el inteligente y joven comisario Michael Ohayon. La esencia del caso policíaco es la excusa para desarrollar una trama compleja, sórdida y alucinante donde el escenario y los personajes reflejan una sociedad llena de paradojas y tensiones particulares del Israel de nuestros días.

Desfilan una variopinta fauna de caracteres, desde el palestino que es jardinero en el hospital y que teme las represalías de un grupo social que funciona como ejército de ocupación, una élite de judíos askenazi enfrentados a los judíos sefarditas y a esa nueva generación de abras nacidos en el nuevo Israel que buscan una identidad alejada de la pesada historia de los mayores.

Desde el sillón del psiquiatra se ausculta en el alma de su gente, de sus sórdidas apetencias y de un conflicto que los desangra y enfrenta a ese lado oscuro donde víctima y victimario se confunden.

El oficial que visita a la terapeuta para que alivie su impotencia, desencadenada por el pánico y la culpa por ejercer la tortura en los palestinos de los territorios ocupados trae a colación un hecho actual que sacude a la comunidad isrelí, más allá de la construcción del muro y de esa larga Intifada que parece no ceder.

A principios de diciembre del año pasado, el diario israelí más popular, Yediot Aharonot, reseñó con el título “El libro de un sádico” un libro que acaba de publicarse sobre el síndrome del retén.

Su autor es Liran Ron Forer, tiene 26 años, es sargento primero de la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)y narra con detalle cómo él y sus compañeros de un retén de la Franja de Gaza torturaban con saña y placer a los civiles palestinos bajo ocupación.

El artículo del periódico israelí calificó a Ron Forer de criminal de guerra y preguntaba cuándo se dignaría el Estado procesar ese asesino. Un pasaje de la obra produce escalofrío: “Corrí hacia ellos y le di al árabe un puñetazo en la cara, nunca antes yo había hecho algo así, él cayó al suelo, lo arrastré detrás del jeep y lo metí adentro. Nos sentamos atrás. Nuestro árabe yacía allí y lloraba en silencio, sangraba y formó un charco de sangre y saliva que me encolerizó, así que lo agarré por los cabellos y le torcí la cabeza. No dejaba de llorar y alguien dijo que las esposas le lastimaban las muñecas. Uno de los soldados se acercó y le pegó en el estómago. El árabe chillaba de dolor, nosotros nos reíamos, era divertido. Le di una buena patada en el culo que lo volteó, como yo quería. Los otros gritaban que me había vuelto loco y se reían y me sentí fantástico”.

La conclusión del sargento es significativa: “Lo que da prestigio es portarse como un loco, y ser violento de manera inhabitual”.

Algunas editoriales israelíes, como Librería Steimatsky, se negaron a publicar el libro. Yediot Aharonot insistió en que la conducta de su autor es norma en las FDI de los retenes camineros: “Al entrar en los territorios palestinos ocupados, nuestros hombres sufren una veloz operación que los priva de su humanidad, y al poco tiempo se convierten en animales humanos que obtienen placer infligiendo abusos y humillaciones”.

Esta es una opinión compartida por el teniente coronel de la reserva israelí Eitan Ronel, veterano de la guerra del Yom Kipur del ‘73, de la guerra del Líbano y de la primera Intifada palestina, que renunció a su grado en protesta por “la conducta inmoral” de las FDI en los territorios ocupados.

El día anterior a su renuncia, cinco soldados fueran condenados a un año de prisión por negarse a servir “mientras el ejército actúe como una fuerza de ocupación” y él reiteró su postura con una carta abierta que dirigió al jefe del Estado Mayor de las FDI, general Moshe Ya’alon, cargada de duras críticas. El detonante fue un episodio que convulsionó a la sociedad israelí.

El viernes 25 de diciembre tuvo lugar una manifestación pacífica contra la valla que Sharon erige para fragmentar y recortar “aún más la extensión de los enclaves que quedarían bajo control palestino”.

Ante la puerta Maskha de la valla de separación que se construye en la Ribera Occidental se concentraron unos 200 palestinos y a su frente y a distancia avanzó con gritos y carteles en hebreo un puñado de civiles israelíes. Como muestra una filmación del incidente, los soldados de las FDI dispararon a los manifestantes sin previo aviso. No es un hecho desacostumbrado y su repetición no asombra, pero esta vez las víctimas no eran palestinas sino miembros del kibutz Re’im ubicado en el Neguev.

El teniente coronel Ronel señaló en su carta abierta: “Un país cuyo ejército dispersa manifestaciones de sus ciudadanos con fuego real no es un país democrático”.

Describe el deterioro creciente de las prácticas militares israelíes en los territorios ocupados y enrostra al jefe del Estado Mayor: “Paso a paso, los valores en que fuimos educados –la pureza de las armas, el valor de la vida humana, la dignidad del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios– se han convertido en una parodia sarcástica. Y hemos llegado ahora a la fase siguiente: soldados que disparan a civiles israelíes en una manifestación”.

Para este oficial israelí son los altos mandos los responsables de este“fracaso educativo, ético y moral”, y enfático agrega : “Ustedes y sus predecesores han corrompido a mi ejército, a nuestro ejército. No quiero ser parte de semejante ejército. Ustedes me dieron el grado, yo se los devuelvo”.

Pero Ronel no está solo y tres oficiales y diez soldados del comando militar de elite Sayeret Matkal anunciaron, a fin de año en una carta abierta a Sharon: “Ya no corromperemos nuestro carácter moral en misiones de opresión”, “ya no contribuiremos a la ocupación de los territorios palestinos”, “ya no participaremos en el despojo de derechos humanos básicos a millones de palestinos”. El Sayeret Matkal, era hasta hace diez años, un organismo que estaba prohibido mencionar públicamente por su naturaleza clandestina y porque lleva a cabo las misiones más arriesgadas y secretas en materia de inteligencia y de ejecuciones extrajudiciales.

En “La historia secreta del MOSSAD”, se recuerda una de sus operaciones más notorias, el rescate de rehenes de un avión francés secuestrado en Entebe, Uganda, en 1976. Los tiempos han cambiado y algo sacude a las FDI. El número de soldados rasos a mayores, asciende a 579, 27 y estos pilotos de guerra se negaron a atacar objetivos palestinos, cuatro ex jefes del servicio secreto Shin Bet atacaron la construcción de la valla de separación que a lo largo de sus 600 kilómetros creará nuevos bantustanes, al más puro estilo apartheid sudafricano, pero ahora de palestinos .

Los militares de las FDI estan sujetos a dos presiones opuestas que nacen de un solo sentimiento: la justa indignación por la muerte indiscriminada de civiles israelíes que causan los atentados suicidas de Hammas y la Jihad, y la no menos justa indignación por la muerte y opresión de civiles palestinos que ejecutan las fuerzas que integran.

Parece ser que la nueva encrucijada de Israel se debate entre el síndrome de Estocolmo y el síndrome del retén.

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