La nueva geopolítica

La nueva geopolítica

Una de las muchas ventajas de haber sido nombrado académico invitado en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia es que, además de investigar y escribir en su vasta y excelente biblioteca, uno puede participar, gratuitamente en cursos de licenciatura y posgrado. En mi primer día decidí oír una conferencia sobre la nueva geopolítica, la cual ahora es definida como “la competencia estratégica por el dominio sobre el espacio”.
Esperaba oír referencias a los clásicos alemanes nacionalistas de finales del siglo XIX, a Foucault, Kissinger, Fukuyama, el choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Pero el conferencista los trató levemente para entrar en el siglo XXI. Sugirió que leyéramos la Carta a América de Osama Bin Laden, la cual ofrece la perspectiva geopolítica de la insurgencia islámica, no sin antes advertir que era preferible leerla en la biblioteca de la universidad, pues si era adquirida era probable que el comprador fuera puesto en la lista de sospechosos de los servicios de inteligencia norteamericanos.
Eso me recordó mis días previos de estudiantes en Estados Unidos, en la década de los 50, cuando pedir el Capital de Marx obligaba al bibliotecario a reportar el asunto.
Aunque es verdad que la geografía es algo dado, que no puede cambiar, los cambios tecnológicos obligan a una nueva interpretación del tema “geopolítica”.
Escuché sobre la nueva cartografía imperial del Pentágono, sobre cómo el uso de los drones en la guerra trastorna la geopolítica bélica, la inclusión del espacio sideral, los planetas y las galaxias como la nueva frontera de un nuevo mundo a ser conquistado por los colones americanos, chinos y rusos, los planes expansivos de Putin en Ucrania y Crimea y de China en las islas del Pacífico y los problemas que eso crea a Japón.
Todo esto me hizo pensar sobre cuáles son los actuales intereses políticos de Estados Unidos, Rusia, China, Venezuela y Cuba sobre nuestro país y, sobre todo, cuáles son los intereses y objetivos geopolíticos de nuestro propio país.
Con relación a Estados Unidos, son cosas del pasado los intereses de la Marina de Guerra norteamericana sobre el Mar Caribe y su situación estratégica con relación al Canal de Panamá, los de la Mona y los Vientos y bases en Samaná y mole San Nicolás en Haití. En Puerto Rico mismo la mayoría de las bases han sido cerradas y trasladadas a la Florida, pues desde allí los misiles son igualmente efectivos. Guantánamo es un anacronismo.
La doctrina Monroe y las ideas de Teddy Roosevelt ya no cuentan. Lo que ahora interesa a Estados Unidos son las drogas y la migración ilegal a través de la isla Hispaniola y si gana Trump es más previsible más control en un Canal de la Mona donde las yolas ahora están llenas de cubanos, asiáticos y haitianos. A China le interesa un canal por Nicaragua para que los americanos no los bloqueen por el de Panamá, a Venezuela nuestro voto en la OEA y el apoyo del PLD a Maduro, y a Cuba le interesa un eventual acceso a una cuota azucarera dominicana, a la cual solo accedimos cuando en 1960 le fue quitada a Fidel.
¿Y cuál es el interés geopolítico dominicano? Esencialmente Haití y seguir bien con el tío Sam.
En cuanto a Haití, la fórmula de Trujillo de sobornar y amenazar a sus políticos y militares para que no permitieran ni exiliados ni propaganda antitrujillista allí, tuvo éxito parcial. Esa fórmula no la hemos vuelto a utilizar, excepto cuando el senador Félix Bautista da dinero a candidatos haitianos, pero su objetivo es solo lograr más contratos de obras. Nuestro país lo que necesita es menos migración indocumentada y acceso libre al mercado haitiano. El soborno no es el camino a seguir. “Le cándidate de la dominicanie” (¿recuerdan “el candidato de la embajada”?) no ganaría elecciones. Fueron los sindicatos del transporte terrestre haitiano, defendiendo sus intereses, los que lograron levantar la mal llamada “veda”, no nuestra cancillería.
A Estados Unidos afortunadamente le preocupa el atraso y debilidad de nuestro sistema democrático y presiona para mejorarlo. A los dominicanos preocupa, como en el DR-CAFTA, su afán por exportarnos alimentos.

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