La nueva gramática y el gerundio

La nueva gramática y el gerundio

Aunque la Nueva gramática de la lengua española (NGE) da como bueno y válido el uso del infinitivo y el gerundio en las perífrasis verbales “con estar, ir, seguir y otros auxiliares”, es cada vez más el rechazo de los escritores a estas formas que no son incorrectas gramaticalmente, pero que se huele, como en el caso del verbo ir, la presencia del francés o del inglés como calco.

Pero también el rechazo se debe a un principio de economía o ley del menor esfuerzo, pues en la forma perifrástica francesa ir infinitivo introducida y autorizada por la Real Academia Española (RAE) (voy a viajar, por ejemplo), no se infiere que, frente a viajaré, haya una oposición aspectual. ¿Cuál es la diferencia entre las frases Voy a viajar a Francia dentro de dos días y Viajaré a Francia en un mes? Un rigorista dirá extemporáneamente que Voy a viajar indica un tiempo más corto que Viajaré, pero eso es sicológico, post-factum. Otros lingüistas piensan que el uso de auxiliares en perífrasis verbales debe reservarse al registro oral, más específicamente al lenguaje coloquial y familiar.

Los gerundios perifrástico y absoluto (acápite 27.1ñ) deben ser rechazados, siempre que modifiquen categorías que no sean las verbales y adverbiales, pues se prestan a numerosas ambigüedades. Como son los ejemplos que presenta la NGE en el apartado 27.1ñ y que la tradición académica llama gerundio en construcción conjunta, también llamados gerundio circunstancial o gerundio adjunto al creerse que “puede expresar, como en los ejemplos que ofrece dicho párrafo, el modo en que se lleva a cabo lo significado por el verbo principal.

Asimismo puede indicar que la acción o el proceso al que se refiere el gerundio es simultáneo de otro (…) o incluso que constituye su causa, su condición o su motivación.” (p. 2042) Aquí están los ejemplos: “Blanca ganó un premio en el colegio escribiendo versos”; “Redactó el trabajo poniendo todo el cuidado del mundo en cada línea”; “Se protegía de la lluvia tapándose con un periódico”; y, “La herida se curó aplicándole antibióticos”. Con excepción del último ejemplo, en los demás el gerundio no califica ni verbo ni adverbio. La última frase aparenta cierta gramaticalidad porque el gerundio está al lado del verbo ‘curó’, pero si se analiza bien es a ‘antibióticos’ que califica ‘aplicándole’, es decir, a un sustantivo. Hay que fomentar la creatividad y excluir la permisividad en nombre de la flexibilidad, pues ni la lengua ni el vocabulario se enriquecen con palabras nuevas en una obra literaria, sino con el cambio del lenguaje, el discurso, el sujeto y las ideologías de una época.

En el acápite 27.2ª sobre “el gerundio como adjetivo en las formas lexicalizadas ‘ardiendo’ e ‘hirviendo’, y con mayores restricciones, también ‘colgando’ son fósiles de un estado de lengua anterior y quienes los usan pueden argüir ignorancia o alegar que enriquecen el idioma con estos usos. Ejemplos como los que da la NGE con “Le lavaban las heridas con vino hirviendo, para evitar la gangrena” (usado por Mújica Laínez en ‘Bomarzo, o “Es una ‘roca ardiendo’, pienso, apabullado (usado por Chávez, en ‘Batallador’  y, finalmente, “Entraron en una amplia habitación en penumbra, atiborrada de frascos, ramajes secos, ‘yerbas colgando’ del techo y oraciones impresas enmarcadas en la pared” (usada por Isabel Allende en ‘Amor’), no enriquecen el idioma, porque el idioma se enriquece cuando el discurso transforma el sentido, el sujeto y las ideologías.

Al contrario, el uso de esos gerundios adjetivados o formas lexicalizadas reproducen una ideología: la de un estado de lengua anterior. En los tres casos ‘vino hirviendo’ puede ser sustituido por ‘vino quemante o muy caliente’, ‘roca ardiente’ por ‘roca incandescente’ y ‘yerbas colgando’ por ‘yerbas que cuelgan o colgantes’. Pero de ahí a que los referidos gerundios sean adjetivos, no es admisible. Contrariamente a lo que sucede en el párrafo de más abajo sobre los gerundios predicativos y que la propia NGE dice que “no se asimilan a los adjetivales categorialmente”, no tengo ninguna objeción a su funcionamiento porque en los ejemplos que brinda, tal “Casi la prefiero llorando a eufórica”: “La vi llorando”; “La veía leyendo el periódico”, tales gerundios mantienen “sus propiedades verbales” (p. 2045). Y la NGE rechaza como incorrecta la forma “*La vi muy llorando”. Pues aunque ‘muy’ sea un adverbio que califica a ‘llorando’, un gerundio, el uso correcto no es ‘muy’, sino ‘mucho’, que es adverbio de cantidad.

La NGE parece quejarse de que el gerundio, al aplicarse estrictamente a las funciones gramaticales que corresponden al adverbio, no pueda dilatar más su uso a otras categorías gramaticales y señala que “son muy limitados los contextos en los que acepta otros comportamientos característicos de esta clase de palabras.” Lo que sucede es que autorizar el uso del gerundio a otras categorías que no sea el verbo o el adverbio, abre las compuertas a las ambigüedades y disparates, aunque a veces ni el lector culto, y mucho menos el no entrenado, percibe esas anfibologías. Pero para eso existen las formas lexicales que permiten matizar a gusto a ‘vino hirviendo’, ‘roca ardiendo’ y ‘yerbas colgando’. El escritor puede permitirse la creación de ‘vino hirviente’, ‘roca ardiente o incandescente’ y hasta de ‘yerbas colgantes’, como los puentes. O usar otros adjetivos hiperbólicos.

Del mismo modo que el habla familiar, y la NGE lo reconoce, es creativa al inventar los diminutivos de gerundios (que entonces son adjetivos): corriendito, callandito, andandito, etc., así los escritores, que centuplican la imaginación, deben reventar el idioma y fundar nuevos discursos que transformen el lenguaje, el sujeto y las ideologías lingüísticas y literarias para beneficio de todos los lectores, varones y hembras y nos ayuden a salir de este atolladero donde se confunde el género de los sustantivos con el género biológico.

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