Los nuevos miembros de la JCE fueron escogidos cumpliendo con el Art. 80, numeral 4, de la Constitución, el cual establece –entre las atribuciones del Senado de la República–: “Elegir los miembros de la Junta Central Electoral y sus suplentes, con el voto de las dos terceras partes de los presentes”.
El doctor Román Andrés Jáquez Liranzo, Rafael Armando Vallejo Santelises, Dolores Altagracia Fernández Sánchez, Patricia Lorenzo Paniagua y Samir Rafael Sami Isa fueron seleccionados respetando los procedimientos legales. Es lo que se puede señalar por el momento. Después, usar adjetivos sobre ese grupo de hombres y de mujeres, es un error. Esa junta no es buena ni es mala. Hay que esperar su desenvolvimiento.
Sin embargo, el presidente de ese órgano electoral, el doctor Román Jáquez, exhibió conducta de árbitro durante sus pasos por la Presidencia del Tribunal Superior Electoral, manteniendo apego a las leyes 33-18 y 15-19, así como a la Constitución de la República, comportamiento que el PLD no le perdonó nunca, porque lo enviaron a esa corte para que responda a los intereses de esa organización política, como efecto ocurrió con otros en el pasado.
La misión de la nueva Junta Central Electoral debe descansar en recobrar la credibilidad perdida en la población en torno a una institución causante de múltiples traumas en la sociedad dominicana. El último se produjo con motivo de la suspensión de las elecciones municipales del 16 de febrero del presente año, al detectarse un sabotaje en los equipos del voto automatizado que solo afectaba a la oposición.
Esa situación generó el levantamiento de millares de jóvenes dominicanos que se apostaron en la Plaza de Bandera y un ambiente de protesta en toda la geografía nacional. Es verdad que los procesos comiciales del 15 de marzo y del 5 de julio fueron transparentes, pero la mancha de febrero Castaños Guzmán no podrá quitársela nunca, sobre todo porque no hubo régimen de consecuencia, prefirió abandonar el cargo sin someter a la justicia a los responsables de ese acto criminal contra la democracia dominicana.
La imparcialidad no existe. Ningún ser humano es independiente ni mucho menos apolítico. Creo en la profesionalidad y el apego a las leyes, aspectos suficientes para ser juez. Román Jáquez ya goza de cierto crédito, pero es el equipo completo que tiene que hacerlo bien.