La nueva piñata

La nueva piñata

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

El nuevo capítulo de la renovada y creciente corrupción que nos arropa se inició cuando las lluvias pasaron de castaño a oscuro, desbordaron ríos, cañadas, vías de aguas, anegaron predios cultivables, sembradíos de toda suerte de granos, víveres, hortalizas.
Ese capítulo es el que permite que mucha gente cercana al gobierno o miembro de la administración se apreste a practicar aquel refrán que dice: el que reparte y reparte se queda con la mayor parte.
¿A qué me refiero?
Mientras cientos de miles de dominicanos son afectados por la extraordinaria cantidad de lluvias que provoca toda suerte de desgracias, la falta de solidaridad se manifiesta en las carteleras deportivas, en las presentaciones de artistas y en los espectáculos millonarios que montan algunos escenarios, porque a ellos no les pasa nada, ni les importa.
Es muy cómodo vivir en una casa sin goteras, con agua potable almacenada, energía eléctrica y plantas de emergencia, desde donde se ven correr las aguas hacia cloacas y otros tipos de formas de dirigirlas. Sí. Es muy cómodo.
Produce una rabia sin límites pensar que mientras una gran parte del pueblo dominicano sufre y padece por las intensas y prolongadas lluvias de las últimas semanas, los responsables de una buena parte de la desgracia ven correr las aguas y piensan en cómo volver a beneficiarse de la complicidad o idiotez de las autoridades, de los partidos de oposición y la indiferencia de una sociedad cuya indolencia crece hasta el desprecio ante la desgracia ajena.
Vivir bajo la consigna de que “a mí no me toca, esto no es conmigo”, es una manera irresponsable y malvada de actuar.
Algunos dicen, tengo las amistades, el dinero y la enllavadura que me permiten resolver cualquier problema. Si mi hijo, echando carreras ilegales mata cualquier persona, mis influencias me permiten enviarlo fuera del país, a que viva en la libertad que proporciona la más indecente impunidad.
Ese segmento de la sociedad dominicana que vive de espaldas a la realidad nacional, es, en buena parte, culpable de la actual desgracia ya que en esa clase viven los ingenieros que se robaron el dinero cuando construyeron las calles y carreteras sin cumplir con los requisitos de estudios de suelos, trazado, materiales de construcción para el afirmado de la vía. Y las autoridades y los inspectores.
Ahora vuelve la zafra para ingenieros y constructores, para parásitos que viven del tráfico de influencias, para funcionarios que asignan obras y alteran presupuestos para garantizar “lo suyo”, los que disponen cuáles, en qué cantidades y a quién asignan las multimillonarias importaciones de alimentos que sustituirán los déficits fruto de los gravísimos daños a la producción nacional.
Lo peor de todo es que lo sabemos y con nuestro silencio lo apoyamos.

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