La nueva poda

La nueva poda

LUIS SCHEKER ORTIZ
Cada cuatrienio se repite la misma historia. Cada vez que se instala un nuevo gobierno y nombra su gabinete, comienza la poda de los empleados de la administración pública. Los servidores del gobierno pasado, indistintamente, algunos nombrados de prisa, sin mérito, son destituidos, para nombrar otros con iguales merecimientos.

Pero también se van otros muchos servidores públicos, honestos y capaces, con una hoja de servicio respetable, incluso integrados a la Carrera Administrativa, con lo que se violan sus derechos consagrados en la Ley 14-91 y se desordena la función pública, retornando al caos.

La presión de los simpatizantes y partidarios del partido en el poder es abrumadora. Pone en jaque cualquier intento de racionalidad y austeridad. Cualquier disposición legislativa que atente a lo que los nuevos bordantes entienden como su  legítimo derecho de disfrutar de un cargo público, de una canonjía por fajarse en la campaña o pertenecer al gobierno de turno (Sistema Clientelar, del Despojo).

Ignoran que la Administración Pública Moderna se ha tecnificado y que lo que necesita el país es la profesionalización del servicio público y el respeto a los principios y los mecanismos de la Ley que lo institucionaliza. Que el Estado sea «el máxima organismo de articulación de las relaciones sociales en función de la gobernabilidad, el desarrollo socio económico sostenible y la reducción de la pobreza y las desigualdades existentes en el ámbito social». Un modelo de eficiencia y de honestidad administrativa, que propugne por la estabilidad de sus servidores calificados, independientemente de su credo o simpatía política, religiosa o de otra índole ajena al mérito personal, para el mejoramiento de los servicios generales que demanda la nación.

El Presidente Fernández Reyna, luego de un discurso alentador, que llenó muchas espectativas, no ha podido resistir a las presiones de sus partidarios que oponen a la austeridad anunciada su lealtad al partido y al gobernante de turno. Esta vez, como en veces anteriores, la prédica de la austeridad, el planteamiento de que hay que reducir la nómina del personal en el gobierno central y sus instituciones, ciertamente abultada, en un 20%, choca con las razones de conveniencia personal y las apetencias.Las presiones son muchas y las complacencias aun más. Algunas inexplicables, en un contexto de moralidad y transparencia. Junto a medidas pertinentes de cancelaciones de generalatos, revisión de jubilaciones festinadas, que el pueblo aplaude, florecen las remociones indiscriminadas y los nombramientos de inútiles Secretarios de Estado sin Cartera, algunos honoríficos que irritan más; de Secretario Inorgánicos, como lo tildara la Suprema Corte de Justicia, pues su jerarquía y funciones no se corresponden con la una Secretaria de Estado; de excesivos subsecretarios de Estado, que sobrepasan lo necesario para una estructura ágil y funcional; y luego los ayudantes y consultores nada gratuitos, para culminar con algunas provocaciones sí gratuitas, por innecesarias, que crean desconfianza y desafían la ética y la moral de la autoridad que la proclama y que al mismo tiempo contradice con recomendaciones y nombramientos a favor de ciertos incumbentes que perdieron el pudor.

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