La nueva reina de los mares

La nueva reina de los mares

Es todo un mundo sorprendente. El transatlántico más grande es de dimensiones verdaderamente espectaculares: tiene 345 metros de eslora y 41 de manga; mide 72 metros, desde la quilla hasta la chimenea, y desplaza la brutalidad de 151.400 toneladas. Para hacerse una idea de lo largo que es, el QM2, sería, puesto en pie sobre su popa, más alto que la torre Eiffel de París y que el rascacielos de la Chrysler en Nueva York.

[b]ASOCIADO A UNA TRAGEDIA[/b]

Visto de frente, el “Queen Mary 2”, que suma catorce cubiertas nada menos, parece un edificio de apartamentos flotante. Es un poco mazacote. Le falta esa línea, más estilizada, del original “Queen Mary” y, desde luego, del famoso “Queen Elisabeth 2”.

La construcción, en los astilleros franceses de Saint Nazare, costó más de 800 millones de dólares.

Este gran crucero tiene una capacidad de 2.620 pasajeros y dispone de una dotación de 1.250 tripulantes, casi uno por viajero. Todo un “Rolls Royce” de los mares, sus cuatro motores diesel, que pueden mover el barco a una velocidad de hasta treinta nudos, serían capaces de propulsar un Boeing 747 (Jumbo).

Sin embargo y mal que le pese, el “Queen Mary 2” estará para siempre asociado a la tragedia que ocurrió en los astilleros de Saint Nazaire (Francia), donde fue construido. El 15 de diciembre del año pasado, quince personas murieron cuando se desplomó la pasarela por la que subían para visitar el barco, recién botado.

Lejos de considerar aquel terrible accidente como un mal presagio, la legendaria naviera “Cunard”, propietaria del buque, confía en que el QM2 continúe la gran tradición de los cruceros de finales del siglo XIX y principios del XX.

El transatlántico, cuyo capitán es el comodoro británico Ronald Warwick, hará su primera travesía a partir del 12 de enero, desde Southampton a Fort Laudardale (Florida, EEUU), un crucero de catorce días con unos 2.600 pasajeros a bordo. Este año, el QM2 viajará sobre todo a Estados Unidos y el Caribe, pero también a América del Sur y Europa.

[b]UNA BIBLIOTECA FLOTANTE[/b]

Sí impresionan las novedades que se han incorporado a este tipo de buques transatlánticos. Como la biblioteca flotante más grande del mundo, con 10.500 volúmenes y un centenar de CD ROMs. O el programa educativo organizado a bordo por la universidad de Oxford en un salón equipado por la ultima tecnología en la era de Internet.

Como el Planetarium primero en un barco , donde el viajero marítimo además de ver cine u oír conferencias puede hacer virtuales travesías por las galaxias siderales. O el elegante teatro de dos pisos para más de mil espectadores.

Como, en fin, ese inmenso balneario que es el “Canyon Ranch SpaClub”, muy famoso en Estados Unidos, donde están los gimnasios, las saunas, las salas de masaje, el centro de belleza, la manicura y pedicura, la talasoterapia; la relajación en suma.

Todo lujo, todo esplendor, el “Queen Mary 2” ha nacido para seguir ofreciendo a quien pueda pagarlo el placer de descansar en el mar. Porque como dice el lema de la naviera “Cunard”, ya histórico, “El viaje es la mitad .

[b]LUJO PARA DIVERSOS BOLSILLOS[/b]

El bautizo se continuó con la vieja tradición de la naviera “Cunard”, que viene poniendo nombres de reinas inglesas a buena parte de sus grandes barcos: el primer “Queen Mary” (por la esposa del rey Jorge V) en 1934; el “Queen Elisabeth” (por la fallecida Reina Madre, esposa de Jorge VI), en 1938, y el “Queen Elisabeth 2”, por la actual reina de Inglaterra, en 1967.

En los 1.310 camarotes del QM2, cada pasajero tiene el lujo que pueda pagar. Echar un vistazo a una cabina interior no es que sea deprimente pero casi. Con unos 18 metros cuadrados, la habitación dispone de una cama, una mesilla, una tele pequeña y un baño minúsculo. Pero lo peor es que no tiene ventana. Ni siquiera un pequeño ojo de buey para ver el mar.

Los doce días de crucero en este camarote cuestan unos 3.400 dólares. Por persona.

Entrar en el dúplex “Balmoral” o en la suite real “Queen Elisabeth” es, claro, otro mundo. Un mundo de hasta 200 metros cuadrados. De entrada, un salón casi de baile que da paso a un dormitorio con una cama enorme. Contiguo, un vestidor con dos albornoces de felpa y zapatillas a juego. Y al lado, un baño de mármoles con “jacuzzi”.

En otro rincón, una biblioteca particular que tiene un escritorio para mandar cartas con el papel y los sobres personalizados. Enfrente, una televisión con pantalla de plasma con su surtido de DVD. Cerca del terrazón que da al mar, una mesita en la que todos los días habrá fruta fresca y una botella de champán, todo ello colocado por un mayordomo particular que atenderá a los huéspedes las 24 horas.

Doce días en este plan son 36.000 dólares. Por persona.

Pasear por este enorme transatlántico, bien por las cubiertas, bien por los suelos enmoquetados del interior, es tropezarse con el universo del consumo. El “Queen Mary 2” tiene diez restaurantes de diferentes estilos. Su asesor culinario es el famoso “chef” Daniel Boulud, cuyo restaurante “Daniel”, en Nueva York, está considerado como uno de los diez mejores del mundo.

No llaman tanto la atención los grandes salones de baile con sus espectaculares arañas colgadas del techo. Ni las cinco piscinas. Ni el lujoso casino. Ni las tiendas de Chanel o Harrods. Ni el “Champagne Bar” que ha instalado Veuve Clicquot. EFE Reportajes.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas