La nueva tierra

La nueva tierra

“Miren, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello. Llénense de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear”.
En un artículo anterior, señalamos el estado de desamparo y de miseria en que desenvuelve su vida el hombre dominicano, y señalamos que en cualquier grupo humano como el nuestro, la asistencia a estos por parte del Estado como la de otros sectores de la sociedad es imperativa, en especial las clases económicamente holgadas, las cuales son capaces si se lo proponen de transformar cualquier comunidad en fuentes de trabajos y de amor, porque el ser humano, al través de un entrenamiento eficaz sostenido y metódico, puede llegar a adquirir la capacidad para producir, porque todos los seres racionales están aptos para hacer y ser dueños de su propio destino si encuentran el apoyo firme de todos sus conciudadanos.
Todas las cosas de la vida están al alcance de la mente, y son captadas en la medida en que nos proponemos alcanzarlas. Todos tenemos nuestros sueños e ilusiones y la llave del reino de la serenidad, pero necesitamos ayuda.
Es importante y placentero servir el prójimo cuando estamos consientes de que estamos sirviendo a nuestro Señor, con un propósito de mejorar el bien común. No dejemos que la angustia y la ansiedad sigan atribulando a nuestro pueblo, volvamos a restaurar su alma, que la seguridad sea el sostén de su vida constituida por una visión clara sobre sus propios congéneres y el destino de estos, todo basado en la fe cristiana. Que el miedo angustioso y el temor ante el sentimiento a lo desconocido, la obsesión y la tristeza, desaparezcan con la ayuda de Dios y de nuestros hermanos.

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