La obediencia

La obediencia

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En estos días vamos a leer y escuchar mucho sobre el tema.
Tomo la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: «Obedecer. Cumplir la voluntad de quien manda». «Obediencia. {Quinta acepción} Ciega. La que se presta sin examinar los motivos o razones del que manda. Debida. La que se rinde al superior jerárquico y en circunstancia eximente de responsabilidad en los delitos.»

También hay la obediencia consciente.

«Consciente. Que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace. Dícese de lo que se hace en estas condiciones. Con pleno uso de los sentidos y facultades.

En un seminario organizado por la Fundación Friedrich Nauman {¿se escribe así? El coronel Wolf Poulet {la misma duda sobre la grafía} informó que el nuevo ejército alemán está basado en la obediencia consciente.

Casi todos los participantes en el evento eran militares y me levanté a explicar la diferencia entre la obediencia debida y la obediencia consciente con un ejemplo: la Guerra de Abril de 1965, ocasión en la cual el pueblo en armas aceptó obedecer porque estaba consciente, motivado, para actuar a favor de la Patria.

El concepto de obediencia debida no es aceptable hoy día.

Si se aceptara la obediencia debida, por encima de la Constitución, las leyes, los derechos humanos y todas las convenciones, acuerdos, tratados y prácticas humanas, el doctor Josef Mengele estaría disfrutando de una vejez placentera, pese a ser un célebre asesino en masa de nadie sabe cuántos miles de miles de judíos.

El tristemente célebre Adof Eichmann y todos los asesinos en masa como él, siempre alegaron que obedecían órdenes de sus superiores nazis, pero nadie perdonó sus crímenes de lesa humanidad.

¿Acaso las órdenes superiores deben y tienen que ser acatadas? ¿Quién lo ha dispuesto así? Prácticas malsanas de la obediencia, han llevado a mucha gente a emporcarse cumpliendo órdenes que no se deben acatar.

Cada vez que escucho o leo que alguien se acoge a la «obediencia debida» pienso: suerte que no le ordenaron bombardear la Catedral de Santo Domingo porque habría borrado esa joya arquitectónica, histórica y religiosa.

O también pudieron haberle ordenado que asesinara a una, dos, cien o mil personas y el militar habría usado su influencia, su rango, su mando y su poder de fuego para cometer el genocidio, si fuera preciso.

Hay órdenes y órdenes. Que un superior jerárquico ordene, no exime a quien cumple de revisar la constitucionalidad, la legalidad, la humanidad y la pertinencia de la misma.

Cada cual es dueño de sus derechos y cada quien es amo de sus acciones.

Desde el punto de vista humano, ninguna persona consciente está obligada a cumplir una orden que considere indebida, que comprometa su integridad, su prestigio, su hombría de bien.

Cuando se recibe una orden impertinente, el subalterno debe hacer saber al superior su desacuerdo y su negativa, so pena de ser responsable de la acción.

A nadie lo designan en un puesto para que permita que el superior viole la Constitución, las leyes y los reglamentos vigentes.

La obediencia ciega es la que consigna el diccionario en la segunda acepción de Obedecer. Ceder un animal con docilidad a la dirección que se le da. El caballo obedece, al freno, a la mano.

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