¿La obra  de los intocables?

¿La obra  de los intocables?

A juzgar por la denuncia del ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, gente  que fabrica y vende medicamentos falsos,  radicada en  Moca, ha logrado torcerle el brazo a policías, fiscales y funcionarios sanitarios de esa jurisdicción. Y peor aún, poner en grave riesgo la salud de la gente.

El funcionario asegura que los presuntos autores de estas falsificaciones han sido sometidos a la justicia en varias oportunidades y han  logrado salir bien parados y continuar en el negocio sin mayores consecuencias.

No es la primera vez que se denuncia una situación semejante, en relación con la producción, falsificación y venta irregular de medicinas.

 Salud Pública y organizaciones relacionadas con la impostación y venta de medicamentos han planteado reiteradamente el problema de la comercialización de medicinas falsas o adulteradas.

 Y es grave, sumamente grave que no haya en este país una autoridad que le ponga freno a esta actividad.

O el “cartel” de las medicinas adulteradas es muy poderoso, o las autoridades no han hecho lo que corresponde para ponerle freno a este negocio y castigar a sus responsables.

La denuncia del ministro de Salud es la muestra más contundente de que este negocio irregular de las medicinas parece integrada por verdaderos intocables.

Por legítima sospecha

A partir del naufragio de una yola cargada de indocumentados en la costa noreste, en el que al menos tres personas murieron ahogadas, la Marina de Guerra ha adoptado medidas que revelan su legítima sospecha de que en el caso habría complicidad de miembros de esa institución castrense.

El arresto e investigación de la dotación naval de Nagua confirma lo  difícil que es concebir que expediciones tan numerosas, que provocan tanto movimiento, puedan zarpar desapercibidas y sin levantar sospechas.

La intensidad de los viajes ilegales ha obligado a establecer vigilancia costera, sobre todo en zonas tan activas como el noreste.

A menos que la vigilancia entre en contubernio con los organizadores de los viajes, es difícil que pase desapercibida una yola descomunal, con ruidosos motores y atestada de gente.

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