La obvia intención de caerle bien a todo el mundo

La obvia intención de caerle bien a todo el mundo

Las protestas de sectores renuentes a acatar la ley y las normas preservadoras de la convivencia logran comúnmente un debilitamiento del principio de autoridad en este país. El «padrefamilismo» o sobreprotección a quienes pretenden vivir a sus anchas aunque perjudiquen a la sociedad, es una flexibilidad que los políticos solo condenan desde la oposición. Fuera del poder, su populismo se manifiesta mayormente en denunciar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio; prometer lo imposible y atribuir fallas sin elementos de juicio. Ocurre ahora: el fideicomiso recibe una firme desaprobación por parte de quienes antes se basaron bastante en él cuando ejercían Gobierno.

El continuo objetivo de sentirse aprobado hasta por quienes incurren en conductas que preocupan a la sociedad por sus negativas consecuencias diarias es preludio de que, finalmente, no habría firmeza de control al azote de la conducción temeraria de motocicletas que además resultan de frecuente uso delictivo. Ojalá que los hechos desmientan este pesimismo.


El combate a la nociva emisión de sonidos que contaminan con intensidad el ambiente y niegan paz y descanso a innúmeros vecindarios (y hasta en la avenida Winston Churchill a esquina Sarasota) siempre se reduce a lo simbólico. Aquellos pobres y algunos ricos que operan negocios de diversión y parezcan de alguna utilidad para fines electorales suelen encontrar a quienes les salven la campana. Inmunidades de signo político.

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