DIÓMEDES MERCEDES
En el país, todos somos testigos y casi todos víctimas del estancamiento del movimiento social, ante la expansión del poder de la minoría dominante y de sus sirvientes. Es el resultado de la estrechez del vigente paradigma insurgente, igual que del de las cúpulas, empinadas amas económicas, políticas y culturales del país, que sólo ven sus intereses inmediatos, aún sea sin sustentación social. Les basta, creen, las manipulaciones a los gobiernos, el Pentágono, el FMI y las Fuerzas Armadas como sus bomberos, gerentes y garantes.
Lo anterior es obvio, y mostrar lo obvio es ocioso o tonto, si en el caso estuviéramos colectivamente prevenidos de las consecuencias; ¡pero, no! Por lo cual, la obviedad no atendida o desapercibida es perturbadora para la conciencia crítica. Vale decir, que por falta de una idea política conductiva y cohesionadora, al ritmo de las reformas que adecuan a la isla como satélite de los Estados Unidos, inteligentemente nos llevan como caña pal ingenio.
Esto será imposible evitarlo sin crear la sensibilización social por y con las nuevas caras del liderazgo de la unidad y de la dinámica operacional de los actores sociales actuales, suplantados dentro del escenario progresista por los protagonistas, jefes hegemónicos y candidatos per se, de los núcleos, que por ellos son obstáculos divisionistas obvios, al pacto unitario del torrente patrio.
Pero, el panorama de la obviedad posée otros y más importantes campos hacia donde enfocar. Para tocar algunos sin divagar, quiero hacer a los lectores tres preguntas generales, como tres disparos de alarma de un centinela en guardia en el campamento bajo su custodia. Preguntas éstas de cuyas respuestas más que nada dependemos.
La primera, a todos los líderes en cualquier escala y área, a todos los hombres y especialmente a los hombres demócratas, progesistas y revolucionarios, y será obviamente una pregunta tonta: ¿Qué lugar ocupa la mujer en sus cabezas?
La segunda, a las mismas mujeres (empleadas, amas de casa, academicas, ejecutivas, negociantes, estudiantes, maestras, feministas, etc.), ¿Qué lugar ocupa la revolución (sin etiquetas) en sus cabezas, para su emancipación y realización humana y de género?
La tercera, dirigida al Estado, al Imperio (determinante en todos nuestros asuntos), como por igual la dirigimos a los adultos de ambos géneros con dosis de poder. Además del pánico que exhiben ante los jóvenes y la obvia vocación que tenéis a matarlos, a dejarlos matar y/o procrear las condiciones y circunstancias que determinan su auto-destrucción para que no alteren el altar en el que os sentís alojados, como propietarios de un status quo obsoleto y de un tiempo que ya no os pertenece, queremos saber: ¿Qué lugar ocupa y qué valor les otorgan a éstos, en sus mañosas, demoníacas o despreocupadas cabezas?
Demos por natural las pugnas generacionales; la lucha entre lo establecido y lo que se habrá de establecer; la dialéctica competencia que fomenta la vida. Pero, hay un hecho obvio, la actualidad con la aceleración provocada de sus procesos utilitaristas, impone a la civilización anormales vértigos en esas confrontaciones, y desigualdades en el choque, donde los muros conservadores, son egoístas asesinos, intolerantes del florecimiento y de la fecundidad juvenil y de la mujer que las procrea; si ellos y ellas no se dejan absorber, envejeciéndose, clonándose, con la ancianidad.
La gran masa humana está comprimida entre el hueco interior del hombre, arrastrado por una existencia artificial, alienante, dentro de la que nacemos y morimos sin ser nunca conscientes de nuestras circunstancias, y la senescencia estructural de un orden que nos impone una involución dentro de una modernidad compulsiva, exterminante, sólo para comer, con un egoísmo de perros. Nunca algo tan hedonista y aterrador.
Nuestra población contiene un 52% de personas de sexo femenino. Además, un 37% del total general de nuestros habitantes son jóvenes. Son volúmenes poblacionales hoy cercados, subordinados a una estructura de poder geopolítico que es incapaz para asumir su creatividad y su libertad. Por la vida y sus vidas, con ellas y ellos, un paso al frente.