La omnipresencia presidencial

La omnipresencia presidencial

La labor presidencial es ardua y agotadora, física y mentalmente. Horas interminables pasan sin que muchas veces el presidente pueda siquiera tomarse un respiro. Desde los informes de seguridad nacional, del estado de la economía, los niveles de ingresos y egresos, los avances de las obras estratégicamente importantes, los hechos noticiosos más destacados del mundo, sobre todo los que pueden tener algún nivel de influencia y consecuencias para el país, hasta los niveles de ineficiencia o eficacia con el que se manejan los funcionarios del ejecutivo y sus respectivas carteras y dependencias oficiales constituyen su diario vivir.

Igualmente son preocupación permanente del Presidente de la República el grado de aprobación o de insatisfacción de la población respecto de sus actuaciones y las de sus ministros, así como el manejo mediático y estratégico de las políticas gubernamentales, el desempeño de las entidades autónomas o descentralizadas del Estado, de los órganos del poder político formal que están por fuera del Ejecutivo, de los poderes fácticos y fuerzas vivas de la nación. También la posición de las iglesias y, sobre todo, de sus máximos representantes, de los grupos de presión social, fundamentalmente de la sociedad civil organizada. Todos son temas, entre tantos, no menos importantes, como el del comportamiento del sistema de partidos políticos y la relación con los demás poderes del Estado, que llegan día tras día al despacho del representante del Poder Ejecutivo.

Si importante para el primer mandatario –por oposición a primer mandante- es la temática enunciada antes, para much@s en el país es también trascendente que el Presidente libere los trámites más nimios de cualquier dependencia estatal, ante el incumplimiento y negligencia de sus funcionarios; que resuelva los problemas maritales de medio país; que ordene hacer lo que un funcionario pusilánime o irresponsable no quiere asumir o que vive a la espera de que le envíe una señal de catcher a pitcher para cumplir las atribuciones propias del cargo para el cual fue designado; que forme parte de las comisiones permanentes de trabajo de cada una de las Secretarías de Estado y Direcciones Generales. En fin, la cadena de cosas con las que carga un Presidente es  harto numerosa.

Se parte de que el Presidente tiene el don de la ubicuidad. A este ser humano se le presume dotado de todas las capacidades, como la de estar en todo, en todas partes y siempre. Todos los problemas parece que tienen que ser vistos, analizados, resueltos y dejados sin solucionar por este Superhombre, al que el de Nietzsche, el mismo autor de Ecce Homo (He aquí al Hombre) le quedaría pequeño.

Como si no se midieran las consecuencias, al Presidente se le invita a todo, para que dé su primer picazo y por qué no para que imparta su bendición, casi para escamotear el oficio de los pastores y sacerdotes. Vemos a un Presidente, con tanto oficio -con tanto empeño, como diríamos los cibaeños-, consumiendo su preciado tiempo en la inauguración de grandes, medianas y pequeñas obras públicas y privadas, sin ton ni son.

¿Para qué están los funcionarios?  ¿Cuánto cuesta movilizar a un Presidente? ¿Qué le cuesta a la población trasladar todo el séquito, la seguridad y la parafernalia gubernamental? ¿Qué cosa hacen tantos funcionarios de primer, segundo, tercer, cuarto… orden acompañando durante horas y horas al Presidente, dejando vacantes sus carteras y funciones,  para estar, simple y llanamente, en la mayoría de las ocasiones, donde el capitán los vea?

El tiempo del primer magistrado de la nación debe ser el más preciado del país, no contribuyamos a que lo pierda en la promoción y presencia excesiva e innecesaria en cada corte simbólico, de cualquier cosa. Sus funciones lo ubican en los asuntos de mayor envergadura de la nación. Creo que sería más beneficioso ver al Presidente inaugurando la nueva era de la transparencia, la de la lucha decidida y franca contra la corrupción, del desarrollo con equidad, de la eficiencia y competitividad gubernamental. Ganemos al funcionario que con su ejemplo de eficacia sirva de faro de luz y nos anime a tod@s a ser más productivos en el uso del tiempo y de nuestras capacidades. Ayudemos a que el Presidente cumpla sus más altas y delicadas funciones, sin alejar el oído y el corazón del pueblo, al cual por demás debe rendir cuentas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas