La OMS es probablemente la organización con los objetivos de mayor impacto humano al suponérsele enfocada en promover objetivos de salud pública en un mundo en el que buena parte de la humanidad está marginada de los servicios sanitarios básicos y donde naciones inmensamente ricas, mientras dispensan enormes presupuestos militares mantienen a decenas de millones de ciudadanos fuera de servicios de salud con otros tanto millones cuya cobertura mínima no da para servicios esenciales, como ha quedado evidenciado durante la actual pandemia en varias naciones, incluyendo a los muy ricos EEUU.
Cuestiones esenciales en las que también debe enfocarse la agencia que debe defender los derechos humanos de salud en todas partes del mundo sin temor a ofender a países poderosos. Todos, absolutamente todos, debiéramos estar nacionalmente comprometidos con el respeto de derechos globales, e internacionalmente expuestos a la evaluación y exigencias de responsabilidades críticas.
Obviamente, para ello la OMS debe promover la cooperación, como le obligan sus estatutos, pero en la actual coyuntura geopolítica mundial, habiendo llamado reiteradamente a no politizar la pandemia, ante las manipulaciones desde Washington y otras capitales, se ha inclinado, quizás por la preocupación de algunos de sus principales ejecutivos por mantener sus puestos por estimular la confrontación.
Terrible error de cálculos. Después de haber sabido resistir con cierta valentía las indignantes presiones que ejerció contra ella la administración Trump, parece haber perdido la brújula con lo de que “EEUU regresó” que frecuentemente repite el presidente Biden.
Consecuentemente, el Secretariado, o parte de él, ha creído que eso significa que el mundo volvió a las tinieblas de predominios hegemónicos que, definitivamente, duela a quien duela, y para beneficio de la humanidad, está quedando atrás.
Contradiciendo a varios de sus principales ejecutivos y hasta conclusiones de equipos de expertos internacionales formados por ella misma, ha optado por ser parte en invalidar conclusiones científicas que descartan como “altamente improbable” el escape del virus desde el laboratorio de Wuhan y se ha querido hacer simpática con Washington contribuyendo a una confrontación geopolítica muy manipulada, levantando así serios obstáculos a la cooperación que sí debiera ser su prioridad.
La OMS está asumiendo una seria responsabilidad creando dificultades y limitaciones para una imprescindible cooperación que permita al mundo prepararse para prevenir una próxima pandemia, advertida por los científicos.
El Panel Independiente para avaluar la gestión de la Organización y del liderazgo global constituido por la OMS bajo copresidencias de Ellen Johnson Sirleaf, ex presidente de Liberia y Hellen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda, concluyó señalando importantes errores a la OMS y a buena parte de los gobiernos.
Sin embargo, ignorando críticas de más de 70 naciones, evidencia haber perdido su camino y reincidir en graves errores. Pretender exigirle a China provocativamente que admita otra inspección porque EEUU no está de acuerdo ni con las conclusiones de sus propios científicos y que, con toda claridad, el resultado final ya está redactado, es hacerse parte indeseable e indigna de una politización que ella misma ha criticado. La dirección de la OMS ha optado por poner en ridículo a parte de su propia directiva.