Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar. Lucas 5: 16
Cuando tratamos el tema de la oración y por qué no oramos como Él nos manda, inmediatamente surgen los argumentos: “Quisiera, pero es que no tengo tiempo”, “Es que llego muy cansado”, “No sé cómo orar”, etc. Cada uno de ellos nos hace entender que la oración no es un valor en esas vidas; por eso no se esfuerzan por alcanzar ese propósito.
La oración debe ser una prioridad, porque por medio de ésta es que se abren los cielos y nos damos cuenta de si lo que hacemos le agrada, y si es su voluntad. Todo lo que hacemos sin tener una vida de oración se convierte en algo frío y muerto, porque lo hacemos por nuestra propia cuenta. Aunque tengamos las mejores intenciones, no es la forma que a él le agrada, porque sin darnos cuenta nos independizamos. Cuando esto sucede, todo lo que hacemos es para satisfacernos.
Nuestra vida de oración por nada puede ser cambiada; ni por el trabajo, los hijos, el(la) esposo(a) o los compromisos; porque ésta es la que nos da la seguridad de que Sus ojos no se apartarán de nosotros y todo estará respaldado por él.
Tomemos un tiempo todos los días a solas, que nadie nos interrumpa. Dile todas las cosas que Él necesita saber, exprésale tu amor, enséñale tu corazón; porque de la misma manera vendrá sobre ti a darte todo Su amor.