La “otra” cancillería

La “otra” cancillería

Desde su llegada a la cancillería, Miguel Vargas desarrolla un esfuerzo por hacer de su desempeño la plataforma idílica de una gestión eficiente. Invierte recursos, seduce comunicadores, invade las redes y cree que el grado de una función exitosa se consigue con el concurso y complicidad del club de acólitos que le aplauden. Con esas “herramientas” edifica un modelo de funcionario “efectivo” que, evocando su paso por el Ministerio de Obras Públicas, evade los requisitos de transparencia, probidad, rendición de cuentas y personal de reales competencias académicas. Eso sí, resuelve, porque para él importa la forma… y ya!
En la época de la post-verdad corremos el riesgo de construir lo creíble sobre una red de mentiras. Acreditando de “cierto” el vendaval de falsedades, abrimos las compuertas a un juego de imágenes que pretende confundirnos haciendo del mediocre sinónimo de éxito, levantando al indigno a categoría de referente, aplaudiendo al deshonesto frente al honrado y barnizando la institución pública con tintes de eficiencia sin importar las taras del titular.
El servicio exterior nuestro tiene deficiencias históricas. Y en buena justicia, el reciente esfuerzo de adecentamiento institucional llevado a cabo por el anterior ministro, ha sido revertido porque la actual gestión reproduce la concepción que hace de la cancillería un modelo de reparto indecoroso para llenar el apetito de partidos reducidos a la insignificancia electoral que asaltan la institución, haciéndola pieza de escarnio y motivo de burla en los foros internacionales.
La actual gestión que pretende venderse de excepcional no guarda relación con la real. Existe “otra” que pocos escriben, pero expresa las taras y deformaciones que impone un sistema partidario decadente. Por eso, designaciones divorciadas del adiestramiento y formación que recaen sobre gente asociada al clan del titular con salarios excepcionales y materia prima del disgusto del personal de carrera. Pensar que, un puñado de ex legisladores sin vínculos ni estudios académicos en el área gozan de categorías administrativas y sueldo astronómicos constituyen una muestra de los criterios y valores prevalecientes en la administración de Miguel Vargas. Además, que el ex alcalde de la principal plaza política del Cibao goce de un salario de 175,000 pesos mensuales pone de manifiesto la naturaleza caricaturesca de un discurso y promoción que intenta vender una cancillería “moderna y renovada”, pero adicta a usar la nómina como instancia de compensación politiquera. Y para darle un toque mortal al anhelado deseo de transparencia: la esposa del presidente del Tribunal Constitucional, instancia que conoce procesos que envuelven al actual titular del MIREX, recibe como empleada un sueldo de $220,000 en la institución. Por Dios!
Un altísimo segmento de los políticos tradicionales nuestros creen posible eternizarse. Por eso, recurren a toda clase de engañifas, y desde el Ministerio de Relaciones Exteriores se intenta “borrar” al Miguel Vargas impugnado en la sociedad.
La realidad es que no es “otro” sino el mismo personaje. El drama es que el impugnable y que patea el elemental sentido del decoro tratan de ocultarlo por la fuerza de lo promocional y mediático. Lo oscuro, pero que existe es el dolor de académicos con carrera en el sector relaciones exteriores que deben tragar en seco con sus nuevos “jefes” y patrón financiero que los somete al escarnio frente a sus estudiantes en la escuela de formación del Ministerio, a los que demandan de lo importante de la gestión pública inmaculada que, tropieza en el terreno práctico haciéndose inexplicable, por tener entre los suyos al arquitecto administrativo del escándalo de Los Tres Brazos.

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