La otra reforma

La otra reforma

En estos días, los esfuerzos del Gobierno tienen por objetivo lograr la aprobación congresional de una reforma tributaria que le permita compensar el déficit que ocasionarán el desmonte arancelario y la eliminación de la comisión cambiaria, debido a la vigencia, desde el primero de enero próximo, del Tratado de Libre Comercio DR-CAFTA.

La misma reforma es, también, parte del paquete de ajustes convenidos con el Fondo Monetario Internacional, organismo que ha reiterado sus elogios al Gobierno Dominicano por su apego a las disciplinas planteadas en el acuerdo stand by.

Pero hay una reforma que el país ha estado requiriendo con permanente urgencia y en la cual no se insiste con tanta vehemencia.

Se trata de un ámbito con influencia determinante en el comportamiento general de la economía y en nuestras proyecciones externas y, sobre todo, en la capacidad de adaptarnos y competir en los mercados externos.

-II-

En su formato actual, por los costos que impone a la producción de bienes y servicios, el mercado eléctrico constituye una tara difícil de soportar para los agentes que se esfuerzan por tener en los mercados externos una presencia más notoria y modificar favorablemente nuestra balanza comercial.

La energía eléctrica se ha constituido en el insumo menos confiable y costoso de todos los que intervienen en las operaciones industriales. Su costo no sólo está determinado por la poca eficiencia de los equipos del sector y su falta de seriedad y transparencia.

El sector empresarial se ve precisado a producir una buena parte de la energía eléctrica que requiere, pero además debe pagar la electricidad más cara que hayamos comprado jamás.

Aún con una reforma fiscal inobjetable, bien concebida y capaz de compensar los efectos del desmonte, la economía tendrá que arrastrar el ancla que representa el sector eléctrico.

-III-

Entendemos que hay que trabajar con más tesón para transformar en el mercado energético, mejorar sus equipos, transparentar sus operaciones y hacerlo eficiente. De poco serviría la reforma fiscal si continuamos produciendo bajo el patrón que impone  un mercado eléctrico deficiente y que sustenta su existencia en contrataciones onerosas, poco diáfanas en su esencia. Al país no le basta tener mano de obra barata si no puede dar garantía de un suministro energético permanente y a precios justos, que le permita competir con Centroamérica y otras zonas hemisféricas en las cuales no existen estas taras.

La República Dominicana podrá competir ventajosamente en cualquier mercado cuando sus autoridades entiendan que tanto o más que la inevitable reforma fiscal, la transformación del sector eléctrico es una de nuestras más apremiantes urgencias.

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