La paciencia de la araña haitiana desde la separación de 1844

La paciencia de la araña haitiana desde la separación de 1844

Han transcurrido 176 años desde que nuestros antepasados tomaron la resolución de sacudirse de una dominación de 22 años que casi había suprimido la herencia española. Hoy, en pleno siglo XXI, vivimos en el desasosiego de una abrumadora presencia haitiana que cada vez más pobres y hambrientos nos ahogan como una araña con paciencia y una migración indetenible muy perjudicial.
La prosperidad dominicana, con todo y las conmociones sociales y políticas de los días recientes, supera por mucho el nivel de vida de los haitianos, hundidos en una pobreza apisonadora de la dignidad humana. En aquel lejano 1822, algunos sectores importantes de las distintas poblaciones de la parte oriental de la isla, le habían solicitado al dictador haitiano Boyer que acudiera a poner orden en un territorio semi abandonado por la corona española.
Haití, después de sacudirse del yugo francés en 1804, se había convertido en la primera colonia latinoamericana que alcanzaba su independencia. Desde aquel entonces sus dirigentes soñaron de apoderarse de la misma, y lo convertían en realidad en sus incursiones a la parte oriental de la isla.
Crecían las inquietudes juveniles de Juan Pablo Duarte, estimuladas por su paso por Europa sumergida en los años 30 del siglo XIX en la época postnapoleónica. En Europa Duarte se alimentó de las manifestaciones libertarias y asimiló lo que significaba para elevar la dignidad humana con el recuerdo de su tierra pisoteada por una raza muy distinta a las raíces españolas.
Los haitianos, en sus 22 años de ocupación, trataron por todos los medios de borrar la influencia hispánica de la colonia. Cerraron escuelas y universidad, pisotearon al clero católico. Es en las calles Arzobispo Meriño e Isabel la Católica donde las edificaciones tienen la influencia haitiana en la arquitectura. Los haitianos se manifestaban en todas las ramas de la cultura y de la política. Duarte inició su siembra en 1838 para infiltrar en la mente de los pasivos residentes de Santo Domingo la importancia de tener su propio Estado.
La prédica duartiana tomó tiempo y sacrificios. Por igual persecuciones de parte de las autoridades haitianas, no obstante que muchos jóvenes nativos se habían alistado en el ejército del Estado opresor. De esa forma adquirieron el entrenamiento militar que luego serviría, desde 1844 hasta 1856, para sostener en alto la bandera tricolor en duros combates. Todos los enfrentamientos en territorio dominicano fueron derrotas para las tropas invasoras de occidente. Fueron aplastadas por tropas en su mayoría improvisadas, pero con el coraje y las motivaciones de Duarte durante varios años para asegurar un territorio que sería la Patria dominicana.
El 27 de febrero de 1844, la separación brotó como un capullo de esperanzas en el corazón de los dominicanos, que en el recinto colonial de Santo Domingo, apoyaron el trabucazo de Mella. Así la Independencia estuvo consumada. De esa manera Dominicana, poco a poco, se incorporó a las naciones latinoamericanas independientes. Pero en 1861 volvió a convertirse en colonia española en un proceso fruto del temor de aquellos dominicanos, que siempre dudaron de la viabilidad de un estado independiente frente al peligro latente de los vecinos occidentales.
La vida compartida en la isla, por haitianos y dominicanos, nunca ha estado exenta de temores y sobresaltos. Y esto se acentuó cuando la parte en poder de los dominicanos comenzó a desarrollarse y progresar, pese a las dictaduras y a los gobiernos corruptos e incapaces. Fue a partir de 1962, después de la caída de la dictadura, que el país se sacudió de su acomodamiento a una sola voluntad. Y eso pese a la voracidad de quienes quisieron reemplazar la figura férrea de Trujillo.
Pese a esos lastres el país ya recibe casi siete millones de turistas, posee una infraestructura de zonas francas muy eficiente con un personal capacitado. Una moderna red vial que interconecta todos los pueblos. En adición, recibe un aporte apreciable de inversiones y de remesas de la voluminosa diáspora de sus hijos que trabajan arduamente en otros lugares.
Aun cuando se considera que la producción agropecuaria es deficiente frente a una población de más de diez millones de dominicanos, por igual de haitianos y siete millones de turistas es admirable de como el agro abastece adecuadamente esa demanda. Es un ejemplo de los productores dando ejemplo de dedicación y empeños de incorporar nuevas técnicas agrícolas y pecuarias con mucha dedicación y esfuerzos. Aquí se logran producir los rubros para alimentar una población de 27 millones de seres humanos. Y tal hazaña es ayudada por la mano de obra haitiana a quienes hace 176 años los expulsamos del país. Hoy en día ocupan un segmento poblacional muy importante hasta ahora pacíficamente y sin agresiones. Aprovechan el sistema de salud por la oleada de parturientas haitianas que acuden diariamente a parir sus criaturas, futuros enemigos de los dominicanos.

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