La palabra

La palabra

La palabra es recta, limpia, pura, decente, un instrumento del bien y del correcto entendimiento entre los hombres.

Es un vehículo que debe contribuir a que la solidaridad se manifieste permanentemente para que la humanidad viva en un mundo mejor.

Es una herramienta fundamental para el desarrollo de las ciencias, para el trabajo en pro del progreso de la humanidad.

Es una saeta lanzada hacia un blanco tan diverso, tan difuso a veces, tan preciso en ocasiones, que debe ser usada para contribuir a que se acorralen las sombras y refulja la luz.

La palabra debe ser un elemento que sirva para trasmitir el más puro pensamiento que sirva para facilitar el avance social y nunca para auspiciar el retroceso.

Las palabras se usan como en un camino paralelo, por debajo de la verdad, como verdad a medias, que siempre es una mentira.

La verdad, está entre la razón y la fuerza, entre lo bueno y lo malo, entre el buen consejo o el hiriente chisme, entre el bálsamo que cura heridas invisibles en el alma y la conseja maligna que contribuye a separar, a destruir, a dañar.

La palabra es, pues, un filoso instrumento que sirve para el bien y se usa indebidamente para el mal.

¿Cómo saber cuando la palabra se usa para bien o cuando se usa para mal?

Hay que determinar, cuando se analizan las palabras, cuando se examina un discurso, cuando se profundiza sobre intenciones y contenidos, hay que determinar a quién benefician las propuestas.

Recordemos aquella frase pronunciada en 1793 por  Madame Roland, heroína de la Revolución Francesa, quien fue decapitada en la Plaza de la Concordia.

 La revolución que esta mujer había apoyado con pasión, cual Saturno que devora a sus propios hijos, finalmente se volvió contra ella.

Era la misma libertad por la que ella había luchado la que se ejercía en su contra para llevarla al cadalso.

Cuando se habla de la democracia griega se soslaya señalar que esa Grecia “democrática” condenaba a sus ciudadanos al ostracismo y se basaba en el trabajo esclavista. ¡Vaya con la democracia!

En la actual campaña electoral nuestro país asiste al espectáculo donde  un aprendiz de brujo intenta convertir en buenas, las acciones indebidas de la  gavilla de los miembros de su partido que se corrompieron.

Retorcer la palabra les ha permitido convertirse en empresarios que basan su fortuna en la corrupción, la mentira, el abuso de poder ocultado por un aluvión de expresiones con las cuales nos mienten, saben que nos mienten, pero no nos engañan.

Ahora más que nunca, tenemos que conocer al cojo sentado y al ciego dormido, aunque vengan con un pañuelo morado y amarillo.

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