La palabra

La palabra

El secretario de Economía, Planificación y Desarrollo,  Temístocles Montás, tiene la fuerza de cara de declarar públicamente que el gobierno no rebajará los precios del petróleo en la proporción del precio a que importa el combustible.

Un estudio reciente de expertos en comunicaciones dice que hay una grave corrupción del lenguaje, corrupción que consiste en el irrespeto a la palabra y a su significado.

Esos expertos concluyen que la corrupción del lenguaje contribuye a la otra, a la corrupción administrativa.

Aquello de que “cuando sube sube y cuando baja baja” era una frase para intentar curar el SIDA con una aspirina, a sabiendas de que a ese medicamento no se le reconoce efectividad en el tratamiento de tan grave enfermedad.

Aquello de que una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín se complementa con no es lo mismo estar abajo, en la oposición, que disfrutar de las mieles del Palacio Nacional.

Hay políticos que cada día se acercan más a la imagen popular que se desdibuja en palabras llanas, claras, directas, veraces: “los políticos -dice el pueblo- son mentirosos, ofrecen lo que saben que no van a dar y engañan a todos mientras mantienen un rostro de personas serias que engañan a cualquiera”.

El problema es que nos dejamos engañar cada dos, cada tres, cada cuatro años, todos los días. Los gobiernos son un reflejo de la sociedad que administran, aunque algunos crean lo contrario.

A éstos de ahora, les interesa recaudar muchos fondos para hacer muchas compras, que dejan porcentajes, ordenar la construcción de obras, que los ingenieros se portan bien y dejan la parte correspondiente, para alterar los precios de medicamentos, comestibles, muebles y enseres de oficinas.

De ese modo continúan la acumulación de capitales, de los cuales carecían en 1996, para no tener que volver a trabajar en nada que no sea la política.

Por eso todos sabemos que los muchachos están “buchúses”, que les ha ido bien en el gobierno, que la vaca nacional da mucha leche para quienes se aprovechan de la inocencia del pueblo dominicano que vota por gente que promete a sabiendas de que no va a cumplir. La palabra es un instrumento que lo mismo sirve para enseñar que para engañar, para comprometer que para incumplir, pero no se espera de un supuesto servidor público que mienta a sabiendas.

El Estado dominicano debe administrar adecuadamente los fondos públicos pero no es una empresa que debe ganar dinero como si se tratara de un negocio privado.

Por supuesto, las mejores perlas de esa cosecha de ostras son las del Presidente de la República: el país esta “blindado” y la crisis mundial no lo afectará y la otra donde se atreve a decir que ya pasó lo peor para nuestro país.

Abraham Lincoln decía que se puede engañar a todo el mundo una vez, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.

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