La palabrería inútil

La palabrería inútil

La lengua francesa “sacó” por ello “ventajas filosóficas” sobre la lengua española. Luis Vives, valenciano, amigo de Erasmo, de Tomás Moro, solamente escribió en latín. Francisco Suárez, cuyos textos circularon por Europa y se usaron en muchas universidades, escribió siempre en lengua latina. En lengua española se acuñaron tardíamente las expresiones y términos técnicos indispensables para el pensamiento abstracto.

Cuando era un adolescente había un ferrocarril que conectaba La Vega con San Francisco de Macorís. Paraba en varias estaciones: La Gina, Las Cabuyas. En esos lugares vendían pastelitos rellenos con carne molida, alcaparras, uvas pasas, trozos de huevos hervidos. La imaginación juvenil hizo de estos pastelitos -frituras ordinarias- manjares especiales. Para mí eran “pastelotes”; podían llevar dentro medio huevo duro. Tíos y abuelas me esperaban en la estación todos los veranos. Se decía que en San Francisco y en La Vega existían individuos que empleaban el idioma de manera “superespecial”; eran “tipos cultiparlistas”. A su forma de hablar se la llamaba “hiperurbana”, por exceso de urbanidad, petulancia y complicación innecesaria.

Un “cultiparlista” de La Vega, según oí contar, le dijo a una mujer que andaba siempre con un perro: “tenga a bien, señora, amarrar su can, vulgo perro, a un poste, vulgo estaca, antes de que yo monte en cólera, vulgo rabia, y apele, vulgo jale, por mi arma de fuego, vulgo revólver, y le dispare un proyectil, vulgo balazo, que le atraviese la columna vertebral, vulgo espinazo; y lo deje exánime y sin vida, vulgo muerto”.

Con motivo de la puesta en circulación de la Nueva Gramática de la lengua española, mencioné algunas de estas anécdotas infantiles en el auditorio de la Academia Dominicana de la Lengua. El director de la Academia, doctor Bruno Rosario Candelier, da por sentado que yo puedo intervenir en sutiles asuntos gramaticales; o de “usos del lenguaje” por grupos sociales determinados. La verdad es que no es así; no conozco dichos “socio-lectos”; aunque haya tenido noticias de extraños “pedantolectos”. Esos “cultiparlistas” solo estaban interesados en distinguirse por motivos insignificantes. Discutían: -¿sabes qué es un burdégano? -No lo sé . -Es un mulo burdo. -¿Qué es un onagro? -No, tampoco. -Es un asno salvaje, que no es lo mismo que un burro doméstico.

 

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