Hace cinco años, en un libro titulado “Esaú”, agradecí haber sido abochornado. Entiendo que fue Dios quien lo hiciera, porque: Primero, las palabras entraron a mi mente de manera repetitiva, coherente y consistente; segundo, porque sé que no me las imaginé (ya que nunca “imagino cosas”, y también me surgen dudas cuando alguien dice “Dios me habló”).
Tercero, porque si algo conozco y he estudiado desde mi adolescencia, es mi mente; y sé, bastante bien, lo que me puede producir aún en contra de mi voluntad. Por demás, mi tema ha sido siempre la psicología, individual y social.
En cuarto lugar, podría hasta aceptar que algún sistema de espionaje e inducción de conducta, desarrollado por los rusos, Google o los americanos, hayan querido interferir mi mente; pero no aceptaría que su interés fuese el de abochornarme por algo profano que yo estuviese pensando.
En quinto lugar, no aceptaría hasta prueba en contrario, que los rusos, los americanos o Google pudiesen estar interesados en la salvación de mi alma, o en aquello por lo cual estábamos orando toda la familia. Sexto, tampoco que a estas naciones y empresas les interesase referirme a Esaú, un oscuro personaje de la historia hebrea, para que yo enmendara mi proceder.
Y, séptimo, compartí de inmediato esta experiencia con mi esposa, hijas y hermanas que me acompañaban.
En el libro expresé: Doy gracias a Dios por haberme dado el equivalente espiritual a la palanca que nunca obtuvo Arquímedes; porque el que Dios se manifieste al hombre, a mí, personalmente, es la mayor de todas las dichas que pueda tener un humano, aunque a mí tan solo me estaban reprendiendo por estar haciendo algo impropio, como estar pensando en un “hamburger” mientras todos estábamos orando por una necesidad familiar.
Arquímedes pasó su vida estudiando las palancas, lo cual ha sido su invaluable legado a la humanidad, pues las magníficas obras edificadas en últimos 22 siglos aplicaron ventajosamente sus formulaciones matemáticas.
La humanidad lleva miles de años construyendo culturas y civilizaciones, creando y acumulando conocimientos metódicamente adquiridos (ciencia). Muy a pesar de ello, todavía hay una enorme parte de nuestra especie que no sabe quién es como individuo ni como especie; y mucho menos cual es su destino.
Los occidentales: Europa, Norteamérica y Suramérica, Centroamérica y “las islas”; hemos conmemorado 2020 años del nacimiento de Jesucristo, quien vino a darnos el mayor mensaje de todos estos últimos veintiún siglos: Vino a decirnos quienes somos.
Increíblemente, el hombre moderno, mayormente hombres de letras y de ciencia y “cultura”, no han llegado a saber quiénes son. Y no es para nada extraño, que no sepan en absoluto hacia dónde se dirigen y arrastran a toda la tierra y sus habitantes.
No han descubierto que sabernos criaturas de Dios y parte de Su Proyecto nos potencializa inconmensurablemente; porque es la palanca que le falta a la humanidad que ellos llevan hacia el despeñadero.
Gracias a nuestro Dios, por habernos dado una palanca infinitamente superior a la de Arquímedes.