«Yo vivo del trabajo sexual, en este tiempo de la pandemia de covid-19 las trabajadoras sexuales trans estamos pasando por una crisis, porque la economía se ha detenido», cuenta Luna Veras a la AFP desde su casa en una barriada empobrecida de Santo Domingo.
Desde que la pandemia llegó a República Dominicana a Luna Veras, una transgénero de 47 años que se define como trabajadora sexual, le cuesta cada vez más poner comida en su mesa.
República Dominicana aplica un toque de queda nocturno para tratar de frenar el avance del coronavirus.
Luna es portadora de VIH y siente «pánico» ante la idea de contagiarse del nuevo coronavirus por las consecuencias que pudiera tener para su vida.
«En sí me da pánico la situación que estamos viviendo con la covid-19», dice Luna, que sin embargo se maquilla para salir a buscar clientes, usando un barbijo que se mancha del labial fucsia que usa para destacar sus gruesos labios.
La clientela se ha reducido más de 80%, lamenta. Antes de la pandemia Luna podía obtener cerca de 10,000 pesos dominicanos al mes, unos US 170. Ahora, apenas contacta con algunos clientes por teléfono. Ha tratado de buscar otras fuentes de ingresos como lavar ropa o limpiar casas.
La prostitución no es ilegal en República Dominicana si se ejerce de manera voluntaria. Sin embargo, el Código Penal sanciona la figura del proxeneta o intermediario, además de la trata de personas, por ser prostitución forzada.
La historia de Yohana Espinoza, de 37 años, es similar a la de Luna. Ella también es prostituta transgénero y portadora del VIH.
Yohana, tan delgada que los huesos de su pecho sobresalen, no tiene posibilidades de conseguir un empleo formal, pues no fue «declarada al nacer», por ello no tiene ni «acta de nacimiento», dice.
No sabe leer, ni escribir, relata, desde una pequeña habitación con techos de zinc y dos ventiladores que la ayudan a sobrellevar las altas temperaturas del Caribe.