Los problemas de salud emocional en la población dominicana resultan intensificados por el impacto de la pandemia del coronavirus que imprimió al país drásticos cambios en la forma de vivir con un saldo provisional de más de cuatro mil víctimas mortales y medio millón de sobrevivientes con muchos de ellos expuestos a resultar traumatizados por el virus de peores consecuencias en los últimos años.
También porque llegan a la sensibilidad colectiva las repercusiones de la invasión rusa a Ucrania que dispara hacia esta colectividad procesos de escasez y alzas en aprovisionamientos seguidos por preludios de ruptura de la paz mundial y mayor turbulencia económica que suelen ser de más severas repercusiones para las naciones del nivel de desarrollo de República Dominicana.
Apenas superada la severa reducción de actividades productivas causante de quiebras de negocios, desempleo y paralización casi general de la educación, siguen teniendo vigencia sobre los dominicanos las presiones que generan ansiedad, depresión, enconos hacia la autoridad, trastornos de conducta y déficit de atención aun cuando los síntomas sean leves y superables en corto tiempo, sobre todo cuando se tiene fácil acceso a la asistencia profesional.
Al surgir la emergencia sanitaria, para la que nadie estaba preparado, aproximadamente el 20% de la población nacional sufría trastornos mentales, según mediciones internacionales, índice de mucha preocupación si se compara con el de Costa Rica que era entonces de solo un 5%, tratándose de un país de un PBI llamativamente inferior al de República Dominicana aunque de mayor volumen en gasto en salud, de servicios educativos y más alto promedio de escolaridad.
El reporte oficial reciente de que 11,297 personas recibieron atenciones facultativas por preocupación de contraer el covid-19, sufrir aislamiento social y presiones económicas, es confirmación de que en los dos primeros años de los contagios una mayoría de ciudadanos quedaba sumida en angustias sin apoyo psicológico, aterrorizada por la virulencia y letalidad de un germen que se hacía presente por todas partes y para el que por muchos meses no existieron vacunas ni tratamientos certificados.
Menos asistencia
La llegada de calamidades en el marco de la globalización estremecida por el SARS-CoV-2 y la belicosidad rusa ocurrió a pocos días de que se formulara un diagnóstico deplorable sobre los mecanismos asistenciales del aspecto mental en República Dominicana puestos bajo lupa por un instrumento de mediciones de la Organización Mundial de la Salud.
Tras estudiar sobre el terreno las atenciones psiquiátricas y sicológicas locales, el organismos multilateral declaró como «limitadas, carentes de recursos financieros y humanos, deficiencias en la protección de los derechos a la salud y con poca participación de la sociedad civil». Las sombras rodeaban vitales servicios a la comunidad.
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Zoilo Emilio García Batista, PhD, director de Investigación e Innovación de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra llegó a decir, en vísperas de los severos daños atribuidos a la pandemia, que aunque los trastornos mentales permanecían a nivel nacional entre leves y moderados (pero de alto costo para la economía) aquí no se les confería importancia.
A su atención llegaban los indicios de que en el país colapsaban las consultas y los pacientes psiquiátricos que recibían tratamiento no evolucionaban bien «aunque consumieran psicofármacos durante años», lo que aumentaba la gravedad y cronicidad de los casos.
Sobre la vigencia de centros de orientación terapéutica en República Dominicana, el doctor Enerio Rodriguez Arias, profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, expresó tiempo atrás que si no se adoptaban medidas apropiadas la profesión de la psicología estaría virtualmente inundada por psicólogos deficientemente preparados para ofrecer servicios realmente profesiones.
¡La Teoría vive!
En este año debe culminar un Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022 basado en la ley 12-06 que ordena regular el derecho a la mejor atención disponible en esa materia asistencial en el país que, no obstante, sería cuestionado en sus resultados a la luz de los diagnósticos independientes que ya fueron citados en este texto.
Aunque se reconocen avances en materia de políticas y sistema de gestión estatal desde la última evaluación aplicada por la OMS, una publicación del Diario de Salud Estudiantil, plataforma abierta a los académicos de la medicina en el país, cuestionó las limitaciones de recursos especializados para alcanzar metas importantes.
La citada revista puso en dudas que la importancia que el Estado dice conferir a la salud mental, lo mismo que a la física, supere lo puramente teórico en atención a que a la fecha del inicio del plan, la inversión pública en el renglón seguía siendo del 0,73% del total de los gastos del sector, situación que no ha cambiado.
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Lo ínfimo de la partida se corresponde -según el análisis periodístico- con la realidad de que República Dominicana pertenece al grupo de países del continente americano rezagados en reservar fondos para los afecciones emocionales que se sitúan inferiores presupuestalmente al 1%.
Apunta el escrito que el volumen de recursos no se compadece con el dato de que este es un país en el que el trastorno mental más frecuente es la ansiedad, con un total de 570,312 casos reportados con evidencias de subregistro y una prevalencia estimada de 5,7% estando el programa de atención en ese ámbito contenido en el marco legal e institucional de los organismos rectores y proveedores de salud.
Propuestas serias
Tras mediciones de eficiencia en las estructuras sanitarias, con algunas de ellas a cargo de la OMS, aparece la opinión de especialistas que entienden que el sistema social y de salud de República Dominicana se encuentra todavía en una etapa temprana de evolución y que «no es fácilmente accesible a las técnicas y tecnologías para el tratamiento de trastornos psicológicos«.
Una de las recomendaciones al Gobierno Dominicano posteriores a los diagnósticos va en el sentido de realizar nuevas investigaciones para comprender mejor la forma de abordar eficazmente los trastornos de salud mental en esta isla de la región del Caribe a fin de mejorar las herramientas disponibles en la actualidad para la población necesitada.
Los asesores abogan por la adopción de nuevos protocolos para atenciones en los centros de atención primaria en el propósito de auxiliar más efectivamente a la sociedad dominicana poniendo en práctica una iniciativa de diseminación del tratamiento psicológico por entenderse que lo hecho anteriormente en ese sentido, no había dado resultado.
La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra tiene el mérito de haber desarrollado investigaciones con parámetros nacionales e internacionales sobre la forma de mejorar la intervención en salud mental en la red asistencial y contribuir al alcance de metas que quedaron pendientes del Plan Decenal de Salud 2006-2015.