ÁNGELA PEÑA
La televisión dominicana se ha convertido, casi en sentido general, en una caja nauseabunda invadida por una partida de mediocres, vulgares, chismosos, entrometidos, chantajistas, chapuceros, simuladores e improvisados productores de escaso nivel cultural que están desplazando los limitados programas con cierto grado de seriedad y calidad que se transmiten por ese medio, ahora prácticamente transformado en el modelo más pernicioso para las familias.
Pero esta sociedad está tan decadente en cuanto al respeto y a la preservación de sus valores éticos y morales, que permanece indiferente, inmutable, cuando debería estar escandalizada, protestando, demandando una limpieza general en ese mundillo de inmundicias y basura.
No hay límite de horario para que el descaro de muchos hombres y mujeres que ahora dominan en todos los canales descargue su contenido insulso, vacuo, asqueroso y obsceno, a vista y oídos de menores de edad que están creciendo con esos discursos y poses como si fueran normales estilos de vida.
Han aumentado los espacios que promueven la intromisión en la vida privada de los famosos, exponiendo situaciones personales con las más groseras e indignas expresiones. No son la crónica social, los tratados del corazón o las historias rosa que en nada atentan contra las buenas costumbres, pese a ser frívolos, siempre y cuando se expongan con altura, respeto, buen gusto y lenguaje correcto. Son unos programas diarios que, para mala suerte, se repiten por más de un canal a diferentes horas, realizados por una extraña fauna sin autoridad, sin moral, sin preparación para hablar frente a una cámara. Dirimen cuestiones íntimas de las llamadas estrellas que a nadie debe importarle y, para colmo, tienen un público numeroso que los escucha y enriquece con sus llamadas contándoles secretos que no deberían salir al aire en ningún país donde existan normas de respeto a la conducta privada de la gente. Utilizan esos programas como agencias para lanzar ataques personales y amenazar con poner al descubierto los medios por los que muchos y muchas han prosperado. Uno que otro deslenguado ha pasado de la amenaza al dicho, con verbo bajo, rastrero. Busca cámaras y figureros les hacen el favor de invitarlos a sus fiestas con el fin de sonar y mantener vigencia pública, aunque sea a través de estas reseñas de mal gusto.
En España parece que pasan por la misma situación. Gobierno e instituciones particulares están haciendo frente a lo que denominan telebasura. José Luis Rodríguez Zapatero confesó su preocupación al respecto y llamó a operadores de televisión a observar los contenidos. Un Comité de Sabios trabaja en una propuesta para enfrentar este fenómeno ruin.
Cada cual está en el derecho de hacer con su cuerpo y su vida lo que se le antoje. Lo censurable es que se aproveche la televisión para celebrar adulterios, destapar riñas por hombres, confesar con desenfado, casi con orgullo, las infidelidades y prácticas homosexuales como cosas buenas y decentes cuando hay un público infantil que tiene a estos chabacanos(as), ordinarios(as) y bandidos(as) como héroes y heroínas.
Dice el sociólogo y escritor español Lorenzo Díaz, en Periodista Digital: La televisión se ha vengado de los intelectuales que la han depreciado y se ha entregado en brazos de la llamada ordinary people…. Eso mismo pasa en la República Dominicana, salvo hermosas, bellas y raras excepciones. A los pocos buenos profesionales que han podido sobrevivir a esa jauría les dicen que están pasados, quedados, desfasados, tostados, out…