Estamos restringidos al hogar en razón de que con esta pandemia los de más edad somos los más afectados en severidad. Por ello, no les niego a mis amables lectores que en mi «encierro prudente», reflexioné sobre aspectos de la edad y esta infección viral. La prevención fue muy importante para el aumento de la longevidad a los niveles actuales. Los registros de fósiles sugieren que las personas de hace 25,00-40,000 años sobrevivían un promedio de hasta los 25 años.
El paso de los años daña todos los órganos y el sistema inmunológico no escapa al envejecimiento. El ser humano nace con un código genético con ciertas especificaciones cíclicas; nadie es eterno. Por esas razones de la condición en el hombre es que luego de cierta edad aparecen las comorbilidades, es decir, una amplia constelación que va desde la hipertensión hasta las enfermedades degenerativas. El sistema inmunitario (nuestras defensas) está formado por una serie de órganos que incluyen la piel, vasos linfáticos, médula ósea, el bazo, los ganglios, los linfocitos, etc. Es una red compleja de tejidos y órganos que ayudan a reconocer los «gérmenes invasores» en nuestro cuerpo y defendernos de ellos, pero de manera muy lógica a más edad, mayor el deterioro de todo ese andamiaje de defensa, esa es la principal razón de la mayor mortalidad en el segmento senil de la población. Asimismo, llamamos la atención de los amables lectores de que está demostrado que las epidemias han tenido más influencias que los gobiernos en el devenir de la historia de la humanidad.
Le pedí al experto en epidemiología, al Dr. Elpidio Féliz, destacado miembro de la Academia de Ciencias y un versado en el campo de la prevención médica, una explicación al fenómeno de porqué los mayorcitos somos los más afectados y me dijo que hemos logrado aumentar por distintos medios la longevidad, pero que al llegar a ser octogenarios ya no podemos ofrecerles hasta hoy una mayor protección en esta etapa avanzada, enfatizándome los inevitables cambios tróficos de la edad y del sistema inmunológico ya mencionado: esa es la llamada «Paradoja Preventiva». La prevención invierte el orden del pensamiento médico y a menudo comienza a nivel demográfico y después traslada la información hacia cada paciente.
Saldremos con bien de esta pandemia viral. Luego que salgamos de este virus vendrán otras cuatro epidemias que esas sí afectarán a las edades infantiles y de adolescentes y nosotros los abuelos estaremos entonces libres de peligro son: la soledad, las tecnoadicciones, el cansancio psicofísico precoz y el sobrepeso. Esperemos. La paciencia no es similar a la resignación. Esta es una entrega sin esperanzas, es el acto del vencido; mientras que la paciencia es un rasgo de inteligencia humana. Sigamos regando con entereza nuestro jardín de sueños y certidumbres. Hoy el mundo está convertido en encerrada crisálida, en una pitanza del temor, pero un céfiro inquieto anuncia que pronto se llenará el universo de refulgentes mariposas. Entonces, haremos divagaciones de este gemebundo presente donde una partícula sin vida, trata de enterrar a toda la humanidad con su propio esqueleto. Y disfrutaremos plenamente en aquel tiempo venidero de esta hermosa primavera multicolor de capullos florecidos. Saldremos todos entonando un madrigal sonoro, le cantaremos entonces al amor y a la vida. Resarciremos con abrazos y besos estos momentos henchidos de soledades, amarguras y distanciamientos que nos han apartado sin piedad. Pues habremos triunfado sobre el temor y estaremos todos felices por quedar escapos de una ominosa y solitaria muerte. Pues ya pronto sabremos el arcano del microscópico bravucón que nos agrede y no será en vano el abono con que regamos hoy con mucha paciencia, a la esperanza y al hastío. Como la doble Galatea de la mitología griega, en nuestro caso como nación, hoy luchamos contra dos personajes muy sombríos: el miedo y la ignorancia. ¡No desfallezcamos!