La patética realidad del poder

La patética realidad del poder

Hay muchos trastornos mentales, desequilibrios emocionales y disturbios psíquicos que afectan a los políticos dominicanos, especialmente cuando ejercen el poder. Comienzan a sentir los primeros síntomas de esquizofrenia, agravada con los años y convertida después en una enfermedad mental.
Por el lado de los que gobiernan hay gente que se aísla del mundo que la rodea, se obsesionan con el poder, perciben una realidad distinta de la que realmente existe y fingen constantemente lo que piensan, distorsionando su propia conciencia.
Estos políticos rara vez son sinceros, mucho menos honestos y hablar de transparencia o auditorías les causa terror y no porque serán llevados a la Justicia, jamás, sino por la imagen y los medios. Desmentir, desmentir y olvidar, olvidar, a eso se reduce todo. Cuando pierden el poder, caen en depresión y se convierten en una especie de zombi, que para hacer notar su presencia hacen, de vez en cuando, apariciones tenebrosas.
Jamás los políticos dejan de serlo, ya que es una carrera de por vida.
Esta patética realidad también afecta a muchos políticos que no están en el poder, pero aspiran a conquistarlo. Solo que los síntomas cambian. Tienen ideas delirantes, pensamiento desorganizado y pérdida de iniciativa.
Nadie renuncia de su puesto o de la carrera política. Nadie cede porque la política es una obsesión y el poder un trauma. Un poder que cuando se alcanza es, por lo regular, autoritario, centralizado, endiosado, paternalista, cargado de riqueza y carente de riesgos, ya que se protegen ellos mismos antes de denunciar irregularidades.
Esas irregularidades las encumbren para no chocar con el status quo. Así protegen a los delincuentes de cuello blanco y sus congéneres. Impunidad total.
En este país todo gira alrededor del Estado. Desde el empleo, los favores familiares, la inmigración haitiana, el proselitismo, la limosna, el tráfico de droga, la injusticia, el dispendio, la corrupción, la inseguridad ciudadana y el desorden institucional que caracteriza a todos los estamentos públicos.
Y todo esto sucede porque no hay en República Dominicana una democracia madura y sustentada en pilares de justicia, equidad y valores morales.
La verdad aquí está vedada para la mayoría de la gente. Las cifras se fabrican en escritorio, no concuerdan con otras cifras y sirven para mantener al pueblo en total ignorancia.
Es una osadía o una traición al poder mostrar lo que es real. Dicen mentiras tantas veces que las convierten en verdades. En fin, volver a escribir después de dos años sabáticos es un aliento, pero a la vez una decepción. Porque todo se ha dicho, pero nada es absolutamente cierto. Salvo raras excepciones, unos desmienten a otros y acabamos todos confundidos y desencantados.
La deuda, el déficit, los pobres, el empleo, todo es manipulado y convertido en una gran mentira rodeada de un perturbador cinismo. Hasta que la verdad sale a la luz y llega la catástrofe. Ya nos ha pasado en épocas anteriores y pronto volverá a pasar porque nadie aprende la lección.

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