La patria de los nazionalistas

La patria de los nazionalistas

CÉSAR PÉREZ
El descontento de la población por el estado calamitoso en que vive una cotidianidad, sin la certidumbre de tener energía eléctrica, transporte o salud, entre otros servicios y la agitación irresponsable de algunos nazionalistas, entre los que se pueden identificar algunos altos funcionarios del gobierno, constituyen peligrosos ingredientes para que determinados y puntuales conflictos entre nacionales haitianos y dominicanos hayan degenerado en trágicas muertes de ambas partes.

La historia registra muchos casos de histeria colectiva, exacerbada por coyunturales momentos de frustración que han terminado en sangrientas guerras desencadenadas para la «purificación étnicas», en holocaustos, en pogroms y toda suerte de matanza a llamadas minorías nacionales en nombre de la defensa de la patria. Quienes recurren a la prédica y agitación antihaitiana, no paran mientes antes esos desgarradores ejemplos de barbarie.

En lo que respecta a nuestras autoridades, estas no han  ha tomado la debida providencia ante los vandálicos hechos de algunos de nuestros nacionales, que incendian viviendas de nacionales haitianos, propinándoles salvajes golpizas con palos, puños y armas blancas, cuyas imágenes se han visto por canales de televisión nacionales y extranjeros. Esas acciones son moral, ética y políticamente intolerables. Con ello, lejos de mostrarnos como un país globalizado y moderno, como lo quieren algunos, ante el mundo mostramos la imagen de una comunidad tribal.

Con la casi siempre equívoca discusión alrededor del tema de la migración haitiana en nuestro país, salen a flote la inconsistencia y la hipocresía de los nazionalistas. Dicen defender el suelo patrio, se les has visto intentar zarandear a religiosos que siendo coherentes con la doctrina que han abrazado defienden al desprotegido, al humillado y ofendido, no importa su origen; se les ha visto denostar a nacionales de larga data de lucha antiimperialista, pero nunca se les ha visto condenar a quienes poco a poco se han apoderado del suelo de esta nación, a quienes han comprado y privatizado los más bellos litorales del país.

En efecto, el territorio que delimita la nación que es parte esencial de la patria, por la inexistencia de clara vocación de defensa del patrimonio nacional, la clase gobernante de este país, en una de las tantas manifestaciones de corrupción, permite que este sea enajenado en sus zonas de mayores atributos naturales y culturales a favor de los nuevos filibusteros que destruyen barreras coralinas, desvían el curso de ríos, secan, lagunas destruyen manglares y cercan las mejores playas para el exclusivo uso de quienes pueden pagar el acceso a ellas.

No sólo esos filibusteros se apropian de lo mejor del suelo patrio, también nacionales dominicanos se han apropiado de esa componente esencial de la patria, pues entre todos poseen alrededor del 85% del suelo donde esta se asienta. El resto, el 85% de la población tiene la propiedad del 15% restante. Los guardianes privados de las inmensas fincas, de los interminables litorales de playas privatizas y los militares y policías que las protegen y los nacionales dominicanos y haitianos que  trabajan allí produciendo riqueza, paradójicamente, no tienen un pedazo del suelo patrio.

Cuando se dice que la patria está en peligro, cuando las clases gobernantes se enzarzan en guerras, quienes van en la defensa de sus patrias, son precisamente los pobres, los que realmente no tienen un pedazo del suelo patrio, son quienes mueren defendiendo lo que realmente no tienen. A esos infelices se les envenena el alma con hueros discursos nacionalistas, a ellos se recurre para la limpieza étnica, para que combata al árabe belicoso, al negro salvaje, al judío avaro, terrón del sur, al «venido de otra parte» etc. Al pobre ignorante, al guardia que no tienen un pedazo de tierra son a quienes se recurre para la violencia contra el pobre que llega de un país a otro para dejar su vida creando riqueza para el que le compra su fuerza de trabajo.

En el caso específico de nuestro país, es en esa perspectiva de la nueva proletarización y territorialización del mundo como debemos plantearnos el tema de la migración haitiana, la cual nadie niega, constituye un tema de importancia nacional que genera naturales tensiones y problemas al país. Lo que no podemos admitir es que este tema sea enfocado casi exclusivamente desde la perspectiva del nazionalismo xenófobo, planteada por un puñado de dominicanos de mentalidad estrecha y tradicional, entre los que se encuentran no pocos negros acomplejados y determinadas mentalidades retorcidas.

Es necesario ir al fondo del problema, plantearnos una seria discusión sobre los conceptos sobre los cuales se elaboran políticas y se hacen acciones contra los dominicanos y/o migrantes de origen haitiano, quizás de ese modo evitemos que aquí se generalicen las imágenes de incendios a viviendas y de golpiza a nacionales haitianos que tendrán devastadoras consecuencias sobre nuestra conciencia nacional y sobre el turismo, uno de los pilares de nuestra economía.

A pesar de la incuria de nuestras autoridades y de una irracionalidad de muchos, aún estamos a tiempo para impedir que se generalice la barbarie, tanto de hechos como de palabras. Hay que insistir en que se establezca una política migratoria que con justicia regule la migración tanto de mano de obra extranjera como del capital depredador y privatizador de nuestras playas y montañas.

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