La paz

La paz

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
La paz es el resultado de la igualdad de oportunidades ante la Constitución, la ley, la moral y las buenas costumbres. La paz es fruto directo del ejercicio de la democracia. No hay paz, verdadera paz, si no hay democracia. La paz impuesta por el palo o la tranquilidad proveniente de la tranca son formas de abusos. La paz es un estado de conciencia personal, grupal y colectiva.

La paz y el orden se pueden imponer a palos, a garrotazos, con abusos de poder, pisoteando las libertades, o se logran cuando el pueblo impone el respeto a sus derechos y absolutamente todos, nos acogemos a las reglas establecidas para la convivencia pacífica.

Lo que ocurre actualmente en nuestro país, es fruto de la rebelión contra leyes, situaciones, posiciones y desajustes propios de una práctica donde los de arriba sólo cumplen con las leyes cuando les conviene y los de abajo viven al margen de ellas.

Los extremos (los muy ricos y los muy pobres) actúan con la misma actitud de desprecio a las reglas que rigen para todos.

Quien hace la ley hace la trampa y la acción legislativa se ejerce, en muchos casos, para beneficiar a unos y perjudicar a la mayoría. Los que se benefician de esas leyes cocinadas al vapor de la corrupción, no son, precisamente, los de abajo.

Por supuesto a los de abajo, en la pirámide social, les da lo mismo porque al fin y al cabo ellos ni saben de leyes ni les interesan ni las respetan.

Desde siempre hubo gente que actúa fuera de la ley aunque sólo se sindican como fuera de la ley aquellas personas que carecen de medios de defensa, aquellos que no son asistidos por oficinas de abogados que prestan su talento, a cambio de mucho dinero, sin parar mientes en la culpabilidad o inocencia de su representado.

Siempre hubo delincuentes de los que van a las cárceles, es decir los pobres, pero es interesante ver cómo crece la delincuencia mientras la crece la población de la ciudad y dejan de conocerse todos en el barrio.

Ello permite que unos vivan de ser obreros, otros de pequeños negocios y talleres y algunos se dedican a robar, atracar, asaltar.

Una persona que estudie y trabaje, que tenga obligaciones familiares, que viva en una sociedad en donde se respetan la honradez, la seriedad, el compromiso, delinque con menos frecuencia.

No creo que la situación económica empuje la gente a delinquir. Es la falta de sentido moral que crece como mala hierba en los barrios hacinados de gente sin futuro.

A ese problema hay que ponerle atención. Hay que presentar opciones que permitan que los desheredados tengan la esperanza de un futuro de estudios, trabajo, seguridad de vida.

No es enviando miles de guardias y policías a las calles como se resolverá el problema.

Además hay que recuperar la credibilidad de los jueces, de los fiscales, de los policías, de los curas, de los maestros y de los padres. Así iremos por buen camino.

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