La paz

La paz

En nuestro país hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. La paz es el equilibrio que permite que una sociedad disfrute de sus derechos, cumpla con sus deberes y donde ninguna fuerza ni grupo hegemónico logre imponerse por la fuerza.

La paz es el punto donde todos nos encontramos satisfechos, conocedores de que somos iguales ante la ley, que nadie es mejor que nadie.

La paz es un resultado de la democracia, que produce  el equilibrio de los asociados  en sus relaciones con el poder y en sus relaciones con los demás.

Hay paz cuando hay justicia, cuando hay una aplicación y una administración de las leyes que no tenga miramientos al imponer las sanciones que considere oportunas.

La paz se construye con la voluntad de la mayoría dirigida hacia el bien común. Es una conquista que se logra cuando la mayoría elimina cualquier obstáculo que pretenda mantener las injusticias y privilegios.

La paz existe cuando hay consideración y respeto por el ser humano,  por cada persona, hombre, mujer, niño, trabajador,  estudiante, profesional, militar, policía, comerciante, empleado, empleador…

La paz es el nuevo nombre del desarrollo y el orden social, dijo el   Papa Juan Pablo II. Y el desarrollo impone una distribución de la riqueza que permita a los más vivir al mismo tiempo que los menos…

En la oficina de don Luis E. Delmonte, en Barahona, estaba escrita en una pared esta frase: “más que un más que un medio de hacer dinero, el trabajo es un medio de hacer dignidad”.

La paz se siembra con empleos y con un sistema de educación en el cual el cielo sea el límite para quienes buscan conocimientos y oportunidades que permitan al hombre trabajar, inventar, mejorar, reformar, descubrir.

Los problemas dejados por el mal gobierno de Leonel Fernández son muy graves, la multiplicación del analfabetismo, el desarrollo de la  pobreza, el desempleo, la ampliación del círculo de la inseguridad,  el pago del despilfarro del gobierno, la deuda externa y la deuda pública interna, deben ser encarados con valor, serenidad y seriedad.

El anuncio de que el gobierno quiere nuevos impuestos para resolver sus problemas sin apretarse el cinturón más allá de lo posible, como parte de un real plan de austeridad que retome el camino del desarrollo que beneficie a la mayoría, puede tener consecuencias impredecibles. Así no se construye la paz.

Si no se toma el toro por los cuernos esos detonantes pudieran, por combustión espontánea,  encender una mecha   que produzca  una conmoción social de tal magnitud que nadie sabe cuáles títeres quedarían con cabeza.

Ante situaciones como ésta mi madre, Nieves Piñeyro de Gautreaux, solía decir: “si no lo resolvemos, lloraremos lágrimas de sangre”.

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