La pena perpetua

La pena perpetua

WILFREDO MORA
El debate de la pena perpetua entre nosotros, tiene que reconocer que el mismo no constituye una reforma al Código Penal, sino una creación, a la que no se puede llegar sino es a través de enfrentar serios obstáculos en la gestión política del sistema penal y procesal. Por otro lado, se impone admitir que el tema surge como consecuencia de la pasión del momento, tras el crimen horrendo que ha estremecido la ciudad de Santiago de los Caballeros, y no como una reforma legislativa al sistema de penalidad, en las que hay que ponderar la necesidad, la utilidad o las consecuencias de la misma.

Los sindicados ni siquiera responden al tipo de homicida calculador, en quienes se piensa al hablar de pena perpetua, y la cuestión internacional, encarnada en las Naciones Unidas que pondera la necesidad de abolir este tipo de penas.

La discusión de la pena perpetua no tiene historia larga, como ocurre con la pena capital, pero sí la misma perspectiva criminológica. Entonces decimos que al tratar de la pena perpetua nos negamos a nosotros mismos la oportunidad de ver el teatro de la criminalidad una falla en el sistema social, al cual no le hemos prestado mucha atención.

No existe una única teoría, sino un conjunto de puntos de vista, con respecto a la pena perpetua, en las que encontramos opiniones distintas: la retribución, que implica un costo económico que supone un encarcelamiento tan prolongado; la desconfianza en el rehabilitamiento, y en último lugar, si con esta pena se persigue disuadir al criminal que comete crímenes extremos. Esta última teoría ampliamente estudiada en los Estados Unidos, en relación a la pena de muerte, ha dejado una lección real: no disuade a nadie, y muchos de los ejecutados ni siquiera sabían que eso existía.

La tres teorías que hemos citado no son aceptadas en el seno de las grandes sociedades, y menos entre los técnicos del criminología. La realidad es que hay homicidios que conforman actos de gran pasión e indignan a la comunidad. Pero de ahí que por la brutalidad o crueldad se pretenda pasar a un régimen de penas a perpetuidad o muy prolongadas, no cambia en nada el medio del criminal de hoy. El rigor de las penas tampoco ha servido para el control diferenciado de los criminales violentos.

No puede legislarse sobre la pena perpetua sólo por la influencia de la opinión pública, es necesario un determinado estudio criminológico, pero debo informar que la tendencia en otras sociedades es no abandonar la oportunidad, la rehabilitación y el tratamiento penitenciario. El aumento de los que la defienden crecen en aumento, pero sólo lo hacen como opinión pública; a ellos les siguen los político que pretenden cumplirla como parte de su misión de legislador, pero la verdad es que es muy peligros plegarse a esta tendencia, sobretodo me impresiona que se hable de pena perpetua en un país como el nuestro. Siendo que los que las favorecen carecen de información.

Además, hay muchas preguntas por hacer: ¿deberá aplicarse a menores, o si es adulto, con qué frecuencia? ¿Cuántos condenados de este tipo tendremos en el período de un año? ¿Cómo se traducirá esto en relación a la realidad gris de nuestras cárceles, en la que casi nadie es un técnico de la cuestión carcelaria? La pena perpetua plantea desde la criminología problemas específicos, entre los que debemos citar: primero, que representa un castigo excesivo, y no están las autoridades en condiciones de poder cumplirlos; segundo, el auge de la criminalidad no va a disminuir como consecuencia de una pena más excesiva, puesto que muchos de sus candidatos no codifican en sus cerebros el hecho de que exista esta modalidad de pena, y ya resaltamos el hecho de la actual criminalidad es mayor entre la gente joven, a quien la sociedad dominicana ha descuidado mucho; en tercer lugar, la pena perpetua pasaría a ser la pena principal, y como tal se presionará casi todo el tiempo en nuestros tribunales, y eso es malo porque abre un capítulo nuevo de la inseguridad ciudadana, ya que el sistema no puede equivocarse ni una sola vez al aplicarla, lo que vendría a constituir un desequilibrio en muchas familias. Ponerse en la posición del condenado a perpetuidad, o de su familia es una pena que también los criminaliza para siempre, representa una gran ansiedad.

La criminología se refiere a la violencia criminal como conflicto, en la que intervienen los ofensores y los policías; en el medio de ellos está la ciudadanía, que constituye la enorme población que está en permanente riesgo. Creo y estoy convencido de ello, que lejos de hablar de favorecer la pena perpetua, y después de un tiempo hacer lo mismo con la pena de muerte, lo que urge es enfrentar para disminuir la violencia delictiva con la promulgación de una ley de seguridad ciudadana, surgida de teorías criminológicas modernas, de cuyo equipo me gustaría formar parte.

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