La pensión de mi papá

La pensión de mi papá

Mi padre, doctor Luis Scheker Hane, fue gobernador del Banco Central. Le cupo el alto honor al ser designado mediante decreto No.3-65 dictado por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, Presidente Constitucional de la República, durante el período de la Revolución de Abril.

Tomó posesión de su cargo en un gesto de solidaridad y simpatía con los principios enarbolados por aquella gesta, pero no pudo desempeñar sus funciones.

Para entonces el edificio que alojaba el Banco Central de la República Dominicana, como el actual se encontraba ubicado en una zona controlada por el Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidido por el general Antonio Imbert Barreras bajo el amparo de la Fuerza Internacional de Paz y de la OEA que vino al rescate de su propia ignominia y de la grotesca intervención militar norteamericana.

Fue aquel nombramiento no solo un reconocimiento a su probidad como funcionario público, sino también un acto de desagravio.

En 1962, ya electo Presidente de la República, el profesor Juan Bosch llamó a mi padre, su viejo amigo, para que ocupara el puesto de gobernador del Banco Central. Mi padre que se desempeñaba entonces como vice gobernador, cargo al que había sido llevado por el Consejo de Estado en 1962 luego de desempeñar por seis años la Dirección General de Aduanas y Puertos, declinó tal distinción, confiándole al amigo que él le serviría mejor desde la posición que ocupaba (estaba encargado del control y manejo de divisas) y prometiéndole buscar una persona idónea y de confianza para esa delicada posición. Su recomendado fue el doctor Diógenes Fernández, sugerencia que fue atendida y confirmada por el licenciado Jacobo Majluta, hombre muy cercano a Bosch quien vendría a ser secretario de Estado de Finanzas del nuevo gobierno.

Poco después del golpe de Estado septembrino, el régimen del Triunvirato que suplantó a Bosch en el poder, presidido por el doctor Donald Reid Cabral luego de la renuncia del incauto triunviro Emilio de los Santos, inició una persecución cruel y deshonesta contra mi padre. El doctor Fonchi Lockward, alto funcionario del Banco Central fue el recomendado por el gobernador Fernández para hacer la tarea sucia. Debía hurgar en el historial del doctor Scheker hasta hallar una falta que justificara su destitución. «Hice lo imposible por encontrarle un fallo, puedo asegurarte Luis, me confesara un día Fonchi, entre contrito y avergonzado, «que nunca pude encontrar nada que desdorara el nombre de Luis Scheker». Le di las gracias con profunda tristeza.

Diógenes Fernández, impelido por Donald Reid a quien no le satisfacía la forma rectilínea e independiente con que se desenvolvía mi padre en sus funciones, le había ofrecido antes, como señuelo una pensión privilegiada, como vice gobernador del Banco Central y por sus múltiples años de servicio en la administración pública. Esta «generosa oferta» fue rechazada por mi padre, dignamente, argumentando que no estaba en edad de retiro, ni tenía propósito de renunciar. Eso motivó su destitución. Papá salió con la frente tan alto, sin un centavo en los bolsillos.

A la llegada del Gobierno Provisional del doctor Héctor García Godoy, terminada la Revolución de Abril, mi padre fue designado administrador general del Instituto de Auxilio y Vivienda por el consejo directivo, presidido por el doctor José Rafael Abinader, quien había trabajado con mi padre en la Secretaría de Estado de Finanzas y en la Dirección General de Impuestos Internos.

De ese cargo fue destituído inconsultamente por el presidente Joaquín Balaguer a su llegada al poder en 1966. El decreto que nombraba su sustituto era ilegal. El Instituto se regía por sus propias normas, y sólo el Consejo Directivo tenía facultad para destituir, como para nombrar a su administrador general. Ante el impasse, esta vez papá decidió renunciar. Y comenzó su odiosa odisea para lograr del doctor Balaguer la pensión merecida tras 37 años de servicio al Estado Dominicano. Fue una lucha ingrata, dura, desconsiderada. Nada fácil. Fue pensionado años después con la suma de RD$300.00, que destinó para cubrir la deuda contraída con el Banco Agrícola que hipotecaba su vivienda. El gobierno de Salvador Jorge Blanco mejoró su pensión elevándola a RD$600.00

Mi padre murió cargado de amigos y de reconocimientos, humildemente, el día 3 de junio de 1985. No recuerdo sepelio tan concurrido y sentido por tantos y diversos sectores de la sociedad dominicana para un hombre que al momento de morir no amasaba fortuna, ni disfrutaba de las mieles del poder, sólo una hoja límpida de servicio y una sonrisa unida a la mano amable del amigo.

Hará el próximo 3 de junio 19 años de su muerte. Todavía es recordado con veneración y afecto sincero. Creo que esa fue su mejor cosecha. Su mejor pensión. No sé si donde está vivirá o dormirá mejor que como vivió en la tierra. El vivió para estar en paz con su conciencia y para servirle a los demás, sin esperar recompensas. Ninguna inquietud atormentó su alma, ninguna pena o remordimiento o temor le angustió mientras servía con dignidad y decoro a su país que veía desangrarse impunemente y a los sucesivos gobiernos olvidadizos, siempre postergando sus obligaciones y deberes primarios.

Creo que fue una forma hermosa de vivir que merece ser recordada como tributo a sus casi 20 años de su muerte. Por eso la escribo.

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