La penúltima escaramuza del comandante Fafa

La penúltima escaramuza del comandante Fafa

Escribir estas notas me resulta tan embarazoso como el dirigirse, en un lugar público, a una “dama desnuda”, inadvertida ella de haber olvidado ciertas prendas imprescindibles a honra y pudor. Decido hacerlo porque no puedo dejar de levantar la pulcra tradición iniciada por George Gallup; ni permitir que a nuestros encuestadores haya quien los maltrate o los linche por confundirlos con “secuestradores”, como ocurrió recientemente en México.
Además, soy el único encuestador del grupo al que usted alude que tiene domicilio y familia en este país. Nunca, don Fafa, le he dicho la alta estima que, como muchos otros dominicanos, le tengo por sus servicios a la patria. Ni lo mucho que disfruto sus peroratas a favor de buenas causas. Pero no me cuadran: su esmerada lógica habitual con ese engendro de “una conspiración de encuestas” pagadas por el gobierno. Debo decirle, apreciado Fafa, que recelo mucho del ego de los hombres, el mío incluido; por lo cual no me es del todo extraño que a penúltima de sus años, tome usted tanto viento asiendo un simple micrófono, como quien emplaza la basooka de “la guerrilla final”; pretendiendo destrozar honras ganadas, por encima de toda duda razonable, durante más de 20 años de servicio profesional a nuestro precario sistema institucional. Somos de los pocos países en donde quedan gentes instruidas que no reconocen cuanto aporta a la estabilidad institucional y a la paz pública el que las mayorías ciudadanas se sientan reflejadas y representadas en los reportes que de sus propias opiniones hacemos en nuestras encuestas.
Paradójicamente, Comandante, hasta dirigentes principales del partido oficial han atentado contra nuestra firma, sin reparar en que, en gran medida, fueron nuestros “índices de aprobación” los que hicieron aceptable (“legitimaron”) el controversial proceso de reelección. Al respecto, ni ellos ni usted han logrado atemorizarnos, porque el temor que tenemos de Dios no nos deja mucho espacio para miedos menores.
Pero le doy razón en la mayor parte; porque me siento, al igual que usted y muchos miles, frustrado por una democracia infuncional, destrozada por una parvada de bisoños, de su misma escuela, respecto de los cuales ni usted ni los “viejos robles” de su facción, para vergüenza de ustedes, jamás lograron ganar de ellos el menor respeto. Lo cual obliga a cuestionar no solo los tiempos, sino a maestros y mentores.
Quisiera justificarlo pensando que intenta usted levantar al pueblo, en un “alzamiento final” que podría recuperar todo lo hasta hoy no ha logrado en sus lides. Pero luce que con una falacia tan ilógica y pueril, como eso de una “confabulación colosal”, acaso pueda convencer a algunos enfermos y apasionados del desastre.
Hubiese preferido invitarlo, como otras veces lo hemos hecho en Gallup, a visitarnos con sus especialistas, para auditarnos. O a debatir en un centro académico prestigioso cuando la fiebre hubiese bajado. Finalmente, deseo, de corazón, que guarde energía para la última batalla: cuando tenga usted que vérselas con ese Dios del que usted reniega, luego de haber abandonado su temprana vocación espiritual.

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