La percepción del tiempo en la pandemia

La percepción del tiempo en la pandemia

Ahora le tenemos miedo a un microscópico enemigo viral

El mundo está fatigado por la larga duración de esta pandemia, el aburrimiento, la rutina y las emociones complejas que ha causado este virus ha afectado la humanidad.

Esta pandemia tiene incidencia de importancia en cómo percibimos actualmente el tiempo. El tiempo es una condición muy compleja, se ha tratado de explicar con filosofía, física, matemáticas, neurociencia, etc., en ocasiones hasta se valora con la metafísica. Desde siempre ha sido una preocupación de los humanos tratar de explicar este inexorable fenómeno, que parece destruirlo todo y él permanece indestructible. De hecho, en la mitología griega encontramos la figura de Cronos, el dios del tiempo, él devoró a sus hijos para conseguir la inmortalidad.

El ciclo circadiano, palabra que deriva del latín, circa que significa “alrededor de”. Esta es una condición endógena que tiene una duración de unas 20 a 28 horas, relacionados con los ciclos de luz y temperatura.

Nuestros ritmos biológicos se ajustan de forma natural de día y noche, respuestas oculares espontáneas que subsisten aun en algunos individuos ciegos. Hasta hace poco, se ignoraba la parte del cuerpo que le indicaba al cerebro la diferencia entre el día y la noche. Ahora ya se conoce. Trabajos de Mark Rollag, estudiando en renacuajos la forma de percepción, trajeron a la luz que estos, en la cola, poseen unas células pigmentadas los llamados melanóforos dérmicos, conteniendo una sustancia muy parecida a las opsinas de la retina, que son necesarias para que los ojos puedan ver. Esta nueva proteína fue denominada melanopsina.

Localizada por igual en la retina pero especializada en detectar luz y se conecta directamente con el núcleo supra quiasmático en el cerebro, principal centro de nuestra regulación circadiana, y además suprime la secreción de melatonina en la retina.

Estas células en los ojos se relacionan con estructuras cerebrales que nos despiertan o nos duermen, es decir que son células que tienen que ver con nuestra adaptación a la percepción del tiempo. Sabemos que si un estímulo negativo para el organismo dicho estímulo persiste, como es el caso de esta prolongada pandemia, y que de hecho ya nos ha provocado una “fatiga social”, la cual nos ha empujado a una percepción anormal del tiempo.

La respuesta de nuestro organismo al estímulo negativo sostenido hace que la respuesta fisiológica normal se transforme en un estado nuevo de memoria biológica, sin retorno a la situación homeostática anterior. Esto se denomina “carga alóstica” y constituye un equilibrio nuevo y complejo en nuestros cerebros, que representa un costo para el organismo.

Si el estímulo persiste más allá de esta situación inicial, aparece la enfermedad expresada en: ansiedades, angustias, irritabilidad, depresiones, alteraciones cognitivas como alteración de la memoria, del sueño, del apetito, etc. Todas ellas impiden la correcta percepción del tiempo.

A medida que el estrés, el aburrimiento, la rutina, la falta de fe y esperanza, la obligada reclusión, la monotonía y todo lo que implican estas medidas obligatorias, se incrementa la carga alóstica del individuo y disminuye su capacidad de afrontamiento a estas adversidades, se embota la memoria y a veces ni sabemos qué día es.

Imaginémonos una persona de edad avanzada en total encierro, solo con visitas ocasionales de familiares si los tiene, o de amigos benevolentes que la auxilien en el supermercado, etc., es una experiencia dantesca, esa persona pierde la percepción del tiempo, los días serán semanas. A medida que maduramos tenemos nuevos miedos, ahora le tenemos miedo a un microscópico enemigo viral.

Como sabemos la percepción del tiempo tiene variantes filosóficas desde Aristóteles con su teoría del tiempo absoluto. Immanuel Kant le niega al tiempo esa realidad absoluta, Newton con su posición más física, Stephen Hawkins con su teoría de la Flecha del tiempo, etc., en fin que hasta hoy ni la física, ni la filosofía, ni la ciencia nos tie nen las convincentes respuestas sobre el tiempo. Para el joven el tiempo pasa lento, para el de la tercera edad muy rápidamente, para el ocupado por igual.

Pero algo es verdad, sabemos cuál es la proteína que nos gobierna el día-noche, pero cada uno de nosotros en este tiempo tenemos igual enfrentamiento contra el tiempo, y es el deseo de que esta pandemia acabe ya, para el bien de la humanidad. Un último recordatorio a mis amables lectores: nos pasamos la vida esperando a que pase algo y lo único que sí pasa es la vida.